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¿Por qué el inicio del aislamiento social determina cómo se desarrolla la pandemia en América Latina?

© REUTERS / Edgard GarridoPersonal sanitario en las calles de Ciudad de México, México
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Mientras la discusión mundial en torno a la pandemia se ha centrado en cómo organizar el desconfinamiento de la población, el análisis de la situación en dos países latinoamericanos señala que en sociedades con alta informalidad y pobreza, el momento del inicio de confinamiento tiene un vínculo con el desarrollo local de la enfermedad.

Es importante recordar que es estéril comparar países enteros (mucho menos continentes) ya que el nuevo coronavirus se extiende de manera irregular por los territorios nacionales, a partir de brotes epidémicos en ciudades —las áreas rurales no son grandes centros de contagio— que se dan en momentos diferentes.

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Por eso, (aunque no solo) se repite la noción de que estamos frente a una "pandemia larga": por un lado, las medidas de distanciamiento social extienden la duración temporal total del brote en una ciudad, ya que para aplanar la curva se necesita agrandar el período de duplicación de contagios —o lo que es lo mismo, bajar el número reproductivo básico o R0 de la enfermedad—. Por otro lado, una vez que su ritmo de transmisión local entra naturalmente en una dinámica descendente, habrá otras ciudades de los mismos países que para entonces estén recién iniciando sus brotes epidémicos.

Así, explicaremos cómo aunque las capitales de México y Uruguay registraron en fechas parecidas sus primeros casos importados del virus (27 de febrero en Ciudad de México y 7 de marzo en Montevideo) la decisión que tomaron los Gobiernos respecto a cuándo iniciar las medidas de distanciamiento social demuestra cómo mientras la capital mexicana está viviendo su acmé o pico de contagios, Montevideo apenas se encuentra en el inicio de su ciclo epidémico.

Y que a pesar de esta diferencia, ambas capitales están discutiendo el regreso de actividades económicas esenciales porque "nadie aguanta" sin apoyo gubernamental decisivo, una paralización de actividades que dure todo el ciclo de la enfermedad.

La epidemia que se viene

En Montevideo se vive un peligroso clima de triunfo. Las bajas cifras de contagios registrados —719 contagios acumulados hasta el 14 de mayo desde el 7 de marzo— y su prácticamente nula cifra de fallecidos —19 muertos confirmados por COVID-19— han extendido la idea en la capital uruguaya de que se ha superado milagrosamente la epidemia causada por el nuevo coronavirus, tras dos meses de aislamiento voluntario.

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Sin embargo, el Grupo uruguayo interdisciplinario de análisis de datos del COVID-19, un esfuerzo común de científicos independientes para pensar y generar información ante una situación inédita en el más austral de los países suramericanos, confirma que el crecimiento subexponencial que puede apreciarse en Montevideo no se debe a problemas de "subregistro" de casos —que es algo común a todos los países del mundo respecto al nuevo coronavirus y que el GUIAD estimó para Uruguay en su nota 3— sino de la temprana adopción de las medidas de distanciamiento social, cuando aún había un número muy pequeño de casos registrado localmente.

"Con el tiempo, la hipótesis del comportamiento subexponencial de la epidemia en Montevideo causada por un subregistro de casos no ha sido corroborada, porque aumentó mucho el número de test de diagnóstico y sin embargo, no cambió el ritmo de crecimiento. Ahora, todo el mundo concuerda que el crecimiento subexponencial es un fenómeno genuino y no debido al subreporte", dijo a Sputnik Nicolás Wschebor, doctor en Física Teórica e integrante del GUIAD.

Wschebor es uno de los autores del quinto informe del Grupo uruguayo independiente que acaba de ser publicado en que se esboza una tercera hipótesis para explicar la paradójica situación montevideana, que es complementaria a la segunda hipótesis esbozada previamente para entender lo que sucede.

"La epidemia en Uruguay llegó muy focalizada en algunos barrios, en grupos con una red de contagios restringida que con la rápida adopción de medidas de distanciamiento social, cerró el fenómeno a ciertos sectores de la sociedad uruguaya y no al conjunto. Esto redujo y facilitó la posibilidad de tener un crecimiento rápidamente sostenido", agregó el físico en un diálogo con este medio.

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Esta apreciación puede verse reflejada en el Monitor de COVID-19 en Uruguay desarrollado por el Laboratorio de genómica microbiana del Instituto Pasteur de Montevideo, en la acumulación de casos confirmados en los barrios de alto poder adquisitivo ubicados al este de la capital uruguaya.

"Suponemos que el fenómeno de localización en algunos barrios de Montevideo tiene origen en que quienes tienen más movimiento internacional y contacto con el exterior tienen ciertos medios que le dieron un sesgo socioeconómico natural", indicó la fuente en la entrevista. 

Una semana después de haber reportado el primer caso, el Gobierno uruguayo encabezado por Luis Lacalle Pou, anunció la adopción de medidas de distanciamiento a nivel nacional y llamó a quedarse en casa a los uruguayos de manera voluntaria. El pedido tuvo un alto acatamiento y, según explicaron los científicos que hablaron con Sputnik, fue el motivo por el que Montevideo ingresó a un régimen de crecimiento de casos subexponencial, que solo podrá ser mantenido en tanto siga el mismo nivel de distanciamiento social, algo que ya está puesto en discusión en el país.

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"En Uruguay se tomaron las medidas de aislamiento social muy temprano, cuando había un número muy pequeño de casos. Entonces, entramos a un régimen subexponencial como han visto otros países en etapas más tardías de la pandemia. En Uruguay esto habría sucedido muy desde el comienzo y la razón por la que seguimos creciendo durante las primeras semanas es por un fenómeno de inercia o latencia de casos que ya estaban en desarrollo", agregó. La novedad de su más reciente informe señala que las bajas cifras actuales de casos corresponden a personas que ya estaban contagiadas al iniciar el confinamiento y que se han ido registrando a medida que despertaron sus síntomas.

El crecimiento subexponencial inicial que se ha registrado localmente fue un fenómeno de inercia tras la adopción temprana de medidas de aislamiento social que hicieron bajar el R0 —el número reproductivo básico— de la enfermedad por debajo de 1.

Sin embargo, esto no significa que Montevideo viva el fin de la epidemia, como se cree localmente.

"Es importante señalar el hecho que desde hace un par de semanas se sabe que en Montevideo hay un mínimo, pero existe ya transmisión comunitaria. Es decir, hay casos que no se pueden rastrear a nadie que haya viajado al exterior", señaló en un diálogo con Sputnik Horacio Botti, médico y doctor en Ciencias Biológicas y coordinador del GUIAD-COVID-19.

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Este hecho, sumado a la noción que, salvo países como Nueva Zelanda que es una isla y que por tanto tiene un control absoluto de quien pasa sus fronteras y se lo puede analizar y rastrear, ningún país con una extensa frontera terrestre como la que Uruguay tiene con Brasil puede hacer desaparecer una epidemia, sino simplemente, lograr postergar la aparición de sus casos.

"La capacidad de contener una pandemia no es perfecta, siempre se van a escapar algunos casos y eso va a generar rutas difíciles para trazar los contagios. La etapa de transmisión comunitaria es distinta a la de importación y por lo tanto, el tipo de medidas de contención que se utilizan tienen que ser distintas", apuntó Botti quien señaló que es innegable que Montevideo se encuentra aún en etapas muy tempranas del desarrollo epidémico.

"La fracción de susceptibles al contagio en la población de Uruguay y en Montevideo es casi total. Todo el mundo puede enfermarse porque la proporción de gente que lo ha hecho es casi cero. Aquí, está toda la epidemia por delante", concluyó el físico.

En la "segunda mitad" de la epidemia

Hay al menos cinco ciudades mexicanas que ya han pasado el pico de contagios de la epidemia y que están entrando en el descenso paulatino de su ritmo de contagios: Ciudad de México que ha sido el epicentro de la pandemia en la República, pero también Tijuana (Baja California), Culiacán (Sinaloa), Cancún (Quintana Roo) y Villahermosa (Tabasco).

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Así lo reconoció públicamente el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, encargado de comunicar la estrategia sanitaria por parte del Gobierno mexicano, al anunciar un semáforo para el desconfinamiento social que incluye la apertura y reactivación económica en 269 "municipios de la esperanza", donde se liberará a su población del confinamiento a partir del próximo 18 de mayo, ubicados mayormente en zonas indígenas —y rurales— del sur del país que no han registrado contagios y que tampoco tienen municipios cercanos infectados por el COVID-19.

"Levantar las medidas de confinamiento es algo discutido. Hay gente que dice que es muy peligroso porque se van a generar nuevos picos. En particular hemos estado trabajando en esto y lo que obtenemos es que si se van relajando las medidas de distanciamiento social unos siete u ocho días después de que se presentó el pico de contagios, sí se van a dar más casos pero no muchos", señaló a Sputnik el doctor en Matemáticas e investigador del Instituto de Investigaciones en Matemática Aplicada y Sistemas de la Universidad Nacional de México (UNAM) en un diálogo con este medio.

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Según la información oficial presentada por el Gobierno mexicano, Ciudad de México logró aplanar la curva de contagios esperados en un 74% tras 61 días de medidas de distanciamiento social, considerando que el pico de la enfermedad ocurrió el pasado 10 de mayo, cuando se celebró el Día de la Madre en México.

Según ya había señalado Cruz Pacheco a Sputnik, el brote epidémico en Ciudad de México ocurrió entre el 26 y 27 de marzo y el decreto que paralizó las actividades económicas se publicó el día 30 del mismo mes.

Lo que se hace evidente ahora es que esa "dilación" en la adopción del confinamiento social que fue denunciada públicamente como algo negativo, permitió que la medida de mayor eficiencia para achicar el total de gente infectada —y por tanto de enfermos graves y fallecidos— se aplicara en el momento más oportuno; a la vez que dejó que el virus circulara y generara cierto porcentaje de inmunidad en la población que doble la curva y la haga decaer, o mejor dicho: que el brote en las ciudades mencionadas inicie su lento descenso hacia su extinción.

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"Hay dos motivos para afirmar por qué no subiría mucho la curva de la enfermedad al retomar el contacto en Ciudad de México", señaló el matemático, que tienen que ver con el cálculo que indica que cerca del 60% de la población de la capital mexicana ya padeció el virus —gracias a los asintomáticos, que son entre 50 y 85 personas por cada infectado detectado— quienes han logrado cierto grado de inmunidad frente al nuevo coronavirus en la etapa actual de la epidemia en Ciudad de México.

"En este caso, es relativamente bueno que haya habido muchos infectados porque hay muchas personas inmunes. Ser inmune es lo contrario de ser susceptible al contagio y lo que sucede con las epidemias es que cuando pasan del máximo (el pico o acmé) la proporción de infectados decae porque la enfermedad se hace menos eficiente al propagar la infección", apuntó en el diálogo con Sputnik.

La explicación es clara: si una persona infectada tiene alrededor a muchas personas que no han tenido la enfermedad, todos son susceptibles de contraer el nuevo сoronavirus y enfermar del COVID-19. Ahora, cuando la mayoría de la gente próxima al infectado ya padeció la enfermedad y presenta cierto grado de inmunidad, disminuyen la cantidad de personas susceptibles que pueda contagiar. Eso, sumado al hecho de que una persona diagnosticada o internada, deja de contagiar porque se aísla, es como puede entenderse el funcionamiento del mecanismo que hace que el ritmo de contagio de la enfermedad decaiga naturalmente y que la epidemia entre en su fase descendente.

Una paralización temporal

"La preocupación actual es que la economía está sufriendo bastante y no me refiero a los grandes números, sino a la economía de la gente. Esto no es una evaluación, aunque estamos empezando a buscar cómo tomarlo en cuenta dentro de nuestro modelo matemático, pero no tenemos todavía ni de cerca algo concluyente", explicó el matemático a Sputnik.

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Cruz Pacheco fue uno de los científicos que participó en 2009 del diseño de la estrategia mexicana para hacer frente a la pandemia A (H1N1), que también obligó a disminuir los contactos entre la población y a mantener la distancia social para contener la propagación del virus de la influenza.

"En ese tiempo, considerando los efectos sociales y económicos del cese de actividades, las autoridades nos señalaron que Ciudad de México aguantaba cuatro semanas de cierre sin afectaciones sociales tremendas. No fue exactamente un cálculo que nosotros hicimos, sino una recomendación a partir de la cual elaboramos escenarios de cuatro o cinco semanas de aislamiento que de todas formas lograban bajar los ritmos de contagio, no tanto como se ha logrado ahorita, pero se lograba", dijo a Sputnik.

El cálculo hecho por el equipo que integró Cruz Pacheco en 2009 señaló que para maximizar el impacto que tuviesen esas cuatro semanas de aislamiento social en el control del avance de la influenza, había que hacerlas coincidir con el momento en que la enfermedad entrara en su mayor ritmo de contagios, por lo que su recomendación fue que el aislamiento social se empatara con el momento del brote epidémico (cuando la enfermedad inicia su crecimiento exponencial) y no al registrar los primeros casos.

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Es evidente que ninguna sociedad desigual y precaria como las latinoamericanas aguanta sin apoyos económicos específicos una paralización de actividades que dure el ciclo completo de la enfermedad, como sí lograron los chinos en la provincia de Hubei, con cuatro meses de aislamiento obligatorio pero también, asistido por el Gobierno chino.

Es en este sentido que la pandemia en América Latina tiene sus propias particularidades que la distancian de las experiencias en China o Europa: nuestras sociedades requieren de un equilibrio fino en el esfuerzo que se le pide a la gente, para no llegar al extremo en que buena parte de la sociedad tenga que elegir, como dice el dicho popular en México, de qué quiere morir: si de hambre o de COVID-19.

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