Rusia, Rusia apasionante… tan sensible y tan sospechosa ante el malvado y civilizado Occidente
(George F. Kennan, 1904-2005)
Desde la época de Iván el Terrible en el siglo XVI, Europa, observando el fortalecimiento y la expansión de Rusia, había adoptado una política de desprecio, aversiones y prejuicios hacia todo lo ruso para ocultar sus miedos al 'oso eslavo' en pleno crecimiento.
Al decaer Europa, Estados Unidos ha asumido con nueva fuerza y tenacidad esta tarea de crear condiciones para la desintegración ya de la URSS y, al lograrlo, está participando con un ímpetu renovado en tratar de poner de rodillas al Kremlin.
Un siglo después, el zar Alexandro II apoyó al republicano Abraham Lincoln durante la Guerra Civil (1861-1865). En 1862, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Alexandr Gorchakov, declaró que "Rusia desea ante todo la conservación de EEUU como una nación indivisible".
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En septiembre de 1863, seis buque militares rusos se dirigieron a la costa este del país y otros seis a la costa oeste para proteger los puertos estadounidenses. La Armada rusa fue recibida con entusiasmo en San Francisco y en Nueva York, donde se celebraron fiestas en su honor. Se les agradeció enormemente su apoyo a la victoria de la Unión en el conflicto bélico.
Según el autor, "Rusia se convirtió en un proyecto especial de Washington" desde 1880 para reformar, emancipar y rehacer al país eslavo. En esta cruzada han participado y siguen involucrándose periodistas, misioneros, religiosos, ONG, ingenieros, científicos, diplomáticos, economistas, financistas y otros profesionales. Se considera casi como un deber de cada participante hacer todo lo posible para no permitir la existencia de un país que pertenece a un 'mundo diferente' al 'mundo que fue creado por EEUU' donde, según los cálculos de Washington, está habitando un 68% de la población mundial.
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Para cumplir con esta misión, Washington armó e incentivó a Adolf Hitler a desatar la Segunda Guerra Mundial y, al darse cuenta de la derrota inminente del führer, lo traicionó y se alió con la URSS para no permitir o limitar, en el peor de los casos, la expansión del socialismo en Europa.
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A pesar del cambio de tiempos y los ciclos de desarrollo en el mundo, el empeño estadounidense de destruir a Rusia ha seguido su proceso sin ni siquiera tratar de adaptarse a las nuevas situaciones y circunstancias. La meta de hacer caer el régimen político cualquiera que sea en Rusia sigue sin alteración. En los años 80 del siglo XX, uno de los más importantes 'think tanks' de los globalizadores estadounidenses, Rand Corporation, había diseñado el 'Plan Anaconda' para el Pentágono, que consistía en rodear a Rusia con una red de regímenes leales a Washington a través de la expansión de la OTAN. La idea era expulsar al país eslavo de la zona de sus intereses nacionales. El departamento de Defensa de EEUU ha estado cumpliendo al pie de la letra las pautas de la RAND, ocupando el espacio postsoviético precipitadamente. Actualmente, la OTAN cuenta con 29 miembros.
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Por algo el escritor ruso Alexéi Tolstói (1817-1875) decía que, "frecuentemente, los hombres son como salchichas aceptando cualquier relleno que se les pone adentro".
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Lo curioso y alarmante es que la DIA estuvo haciendo anualmente durante la Guerra Fría este tipo de análisis. Con la disolución de la Unión Soviética, dejó de producir los informes militares hasta 2017, cuando su servicio de inteligencia se dio cuenta de que, "en los próximos años, vamos a tener a una Rusia mucho más fuerte y segura de sí misma. Tenemos que contenerla", concluye el documento. "Y para eso hay que saber todo sobre Rusia". Lo que no pueden entender los globalizadores, el Pentágono, la CIA ni la DIA es que tener muchos datos sobre Rusia y sus Fuerzas Armadas y las de Seguridad no significa comprender el espíritu ruso.
La única alternativa que le queda a EEUU en esta situación cada vez más frustrante al no poder doblegar a Rusia es seguir el consejo de su guía intelectual en la lucha contra la URSS durante la Guerra Fría (1947-1989), George F. Kennan: "Lo mejor que podemos hacer si queremos que los rusos nos dejen ser estadounidenses, es dejar que los rusos sean rusos".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK