Contra viento y marea, los africanos han intentado llegar a Europa para construirse una vida lejos de la guerra, la violencia y el hambre. Detrás de ese sueño miles han quedado en el camino, ahogados en ese Mediterráneo que, como dijo el Papa Francisco, se convirtió en "un cementerio de migrantes".
Sobre esta realidad, Sputnik conversa con Luis Pernía, vocero de la Plataforma de Solidaridad con los Inmigrantes y fundador de la Asociación Andaluza por la Solidaridad y la Paz.
Pernía es reconocido por su amplia trayectoria como activista social, por haber formado parte de un grupo de curas obreros y por haber protagonizado durante los primeros años de la Transición una huelga de hambre durante 15 días en una iglesia de Vallecas para denunciar la falta de empleo en Málaga, en el sur de España.
Luis Pernía también es enfermero jubilado y ha sido voluntario en Cuba, Perú, El Sáhara, Ruanda, Burkina Faso, Togo y Benin. En la Nicaragua sandinista participó en las jornadas de alfabetización y durante los últimos 30 años se ha dedicado a atender y a denunciar los atropellos contra los inmigrantes.
—¿Cuál es la situación que están viviendo ahora los inmigrantes africanos en España?
—La mayoría de los que estaban con su documentación en regla están intentando capear el temporal como pueden, a través de algún vínculo familiar o de amigos que tienen establecidos.
Ahora, muchos de ellos están protegidos con lo más básico que es la alimentación. Ellos saben dónde tienen que acudir para comer o para que les den una bolsa de alimentos. Pero, insisto, nuestra preocupación es ¿cómo será la vida cuando pase la pandemia?
—A todos los españoles y residentes en este país les ha afectado la pandemia. Pero para los inmigrantes pobres, como el caso de los manteros (como se les llama en España a los africanos que se dedican a la venta ambulante) la situación es doblemente difícil porque no pueden salir a hacer algo de dinero ni tampoco pueden acceder a ningún subsidio directo del Estado. ¿Qué debería hacer el Gobierno con ellos?
—Ahora mismo la situación es de gran incertidumbre.
—Se ha pedido regularizar la situación migratoria de estos inmigrantes. ¿Qué ha pasado con eso?
—Aún no se ha logrado. Hemos hecho una campaña por los medios de comunicación, a los políticos y por las instituciones pidiendo la regularización extraordinaria de unos trescientos mil ciudadanos por dos razones: por la seguridad de estos ciudadanos y porque el propio país está necesitando mano de obra en sectores como la agricultura, que los nativos no cubren. Esa campaña se ha hecho, pero sin resultados por el momento.
—Usted y otras personas, como el ministro de Agricultura, hablan de la necesidad de regularizar a los inmigrantes para que trabajen en las cosechas de la temporada, pero, ¿en qué condiciones trabajan los migrantes en los campos españoles?
—Hay un poco de todo. Hay empresarios que tienen cierta sensibilidad y los tienen en centros adecuados para hacer la labor. Pero en otros sitios, es verdad que trabajan sin ninguna infraestructura y ubican a estos trabajadores en sitios de malvivir, hechos con lata y plástico, con condiciones laborales lamentables. Esto es algo que viene ocurriendo desde hace muchos años.
—El coronavirus ha dejado en evidencia que la población africana, que es la que hace ese trabajo temporal de recolección de frutas y hortalizas, es necesaria porque no muchos españoles quieren hacer ese trabajo. Es curioso porque Vox sostiene que los inmigrantes le quitan el trabajo a los españoles.
—Vivimos en una mentalidad neoliberal donde vales por lo que tienes y donde no cabe lo que el Papa llama "la población sobrante". Hay organizaciones, como el caso de Vox, que se han encargado de hacer patente de esto. Pero quienes hacen estas acusaciones son personas que ni trabajan ni colaboran y su único esfuerzo es poner palos en la rueda de gente que hace algo por los demás.
—Todo parece indicar que no será un camino fácil. Vox es un partido político que cada día crece más defendiendo un discurso antiinmigrante. ¿Cómo llegar al corazón de esos votantes de Vox que creen que los migrantes son los responsables de todos sus problemas?
—En primer lugar, la pandemia ha puesto en evidencia a los ejércitos, a las fronteras, a los gobernantes, a los obispos, a todo el mundo. Un pequeño germen microscópico nos ha demostrado que todos somos iguales y que ninguno se puede escapar.
—Por muchos años usted ha pedido el cierre de los Centros de Internamiento para Extranjeros por las violaciones a los derechos humanos que ahí se cometen. De eso habla en su libro "Cárceles encubiertas". Por primera vez en 30 años los CIEs en España están vacíos porque con el coronavirus dejaron en libertad a los extranjeros allí detenidos ¿Qué debería hacerse con estos CIEs cuando pase la pandemia?
—Deben continuar cerrados porque no se puede privar de libertad, que es el derecho más hermoso que tenemos, por una falta administrativa, por no llevar un papel o un carnet encima.
—Usted ha sido enfermero, voluntario en África, América Latina, participó en las jornadas de alfabetización en Nicaragua, durante los primeros años de la Transición estuvo durante 15 días en huelga de hambre para denunciar la falta de empleo en Málaga, lleva más de 30 años dedicado a la ayuda de los refugiados y migrantes ¿Por qué siempre al lado de los pobres?
—Lo he hecho, en parte, por mis convicciones humanas y cristianas. En un momento especial de mi vida me atrajo el compromiso con los pobres, que es como yo entendía todo lo que aquí se llama cristianismo, no la Iglesia, que ese es otro mundo.












—En medio de tanto sufrimiento, de tanta desigualdad y dolor, especialmente el sufrido por el pueblo africano, muchos se preguntan ¿Realmente existe Dios?
—Esto es un tema que se ha querido polarizar hacia un Dios lejano, hacia un ser que es un misterio. Lo único plausible es el mensaje de Jesús de Nazareth que es un mensaje humanizador, transformador donde la religión es servir y ayudar a los demás, echar una mano al que está caído. Ese es el sentido de la vida.
Para nosotros, ese Dios al que gritan también tiene nombre y es el de esas empresas europeas que no han descolonizado África, que en los años 60 les dio una formalidad de independencia, pero dejando gente allí gobernando a favor de sus empresas. Cuando algunos pueblos africanos han intentado mover ficha y han denunciando la situación, como en el Níger, donde están los mayores yacimientos de uranio que explota Francia, pues Francia los calla y pone ahí a gobernadores que sirven a sus intereses. Eso mismo en Mali, en la República Centroafricana. Cuando ellos intentan decir "aquí estamos" ese grito les dura poco. Se les calla.
—Muchos otros pueblos también han gritado al cielo con la consigna de "otro mundo es posible", "otro mundo es necesario", pero el tiempo pasa y la humanidad, y el planeta, cada vez se degradan más ¿Realmente será posible transformar el mundo o no es más que una utopía?
—Yo soy de la opinión de Eduardo Galeano que hay que seguir caminando, eso es lo único cierto.
