Cuando Wail cumplió 18 años el pasado mes de agosto, no hubo ni fiesta ni pastel. Ese día, este joven marroquí tuvo que meter en su mochila lo poco que tenía y marcharse del centro de acogida que lo albergó durante varios meses. Había llegado a la mayoría de edad y debía salir a la calle para empezar su vida como adulto, tal como lo establecen las normas de este tipo de centros.
"Yo estaba muy nervioso, estaba llorando. Salí sin documentos, con miedo", recuerda este joven marroquí nacido en la ciudad portuaria de Larache, en el noroeste de Marruecos.
A Wail le atemorizaba volver a la calle porque sabe muy bien lo que es no tener donde dormir. Vivió en situación de calle durante cuatro meses en Ceuta, un enclave español en territorio marroquí que está a pocos kilómetros de las costas españolas.
"Fue muy duro, triste y difícil vivir en la calle. Los adultos y los chavales de Ceuta me pegaban. Ellos no quieren que los marroquíes entren", relató.
Hasta hace cuatro meses, Wail era uno de los 12.300 niños extranjeros que han llegado a España sin el acompañamiento de algún adulto. Wail cuenta que se escapó de casa cuando tenía 16 años. Estaba cansado de la pobreza y la falta de oportunidades.
"Yo no le dije a mi familia que me iba. Solo me fui (…) Cuando me llamó mi mamá ya yo estaba en Ceuta y ella empezó a llorar", contó el joven.
"Lo hacemos sin que el conductor se dé cuenta. Pasé unas dos horas escondido debajo del camión, en el hueco de una rueda de repuesto (…) Cuando llegué a Algeciras me monté en el techo del camión para que nadie me viera, pero ya cuando llegamos a Algeciras me pilló la Guardia Civil. Ellos me dejaron en la comisaría cinco días, luego me llevaron a Sevilla. Después pasé por un centro de menores en Córdoba, de ahí a Cortés de la Frontera y por último a Álora".
Tras ese largo recorrido y poco tiempo después de cumplir los 18 años, Wail se tatuó en su mano derecha la palabra 'mamá' como una especie de amuleto que lo acompañará toda la vida.
"Lo hice porque la echo mucho de menos, mucho. Ella es la única que me quiere, la única que me ayuda, la que me enseña de la vida".
A Wail le acompaña su amigo Hassan, otro joven marroquí, nacido en Nador, que a los 16 años convenció a sus padres para que lo acompañaran a Melilla y lo dejaran en un centro de menores.
"Mis padres estuvieron de acuerdo, así que mi papá me acompañó hasta Melilla y me dejó en la Policía. Allí dije que quería entrar en el centro de menores y ahí me quedé (…) En el centro a veces me sentía bien, otras mal porque hay mucha gente, peleas, problemas".
Los buenos son más
La vida de Wail y Hassan empezó a enrumbarse cuando se acercaron a Málaga Acoge, una asociación que desde hace 30 años se dedica a atender e integrar a los inmigrantes en la provincia de Málaga.
Con el apoyo de Málaga Acoge retomaron sus estudios en la Educación Secundaria Obligatoria e iniciaron cursos de diversos oficios. El objetivo es encontrar una oferta de trabajo que les garantice un contrato de mínimo un año para así poder regular su situación migratoria.
El destino, o la suerte, hizo que en ese momento también llegara a Málaga Acoge la familia Salcedo, una familia que decidió que la casa heredada de su abuelo debería cumplir una función social.
La asociación Málaga Acoge aceptó la donación y decidió que la vivienda, de 100 metros cuadrados, se destinaría a cinco jóvenes inmigrantes extutelados por el Estado y que habían quedado desprotegidos desde que cumplieron la mayoría de edad.
Wail, Hassan y los otros jóvenes inmigrantes que vivirán en la casa no ocultan la felicidad que sienten. Por fin, después de todo lo que han vivido, tendrán un techo, un hogar donde rehacer sus vidas.
"Gracias, muchas, muchas gracias por apoyarnos", repiten una y otra vez Wail y Hassan.
Para Francisco Salcedo, uno de los hermanos donantes de la casa, no hacen falta los agradecimientos. Está convencido de que él, sus hermanos y las miles de personas que contribuyeron con donaciones para rehabilitar la vivienda, han hecho lo correcto.
"Estamos para darnos la mano. En esta sociedad la única forma de avanzar es apoyándonos los unos a los otros. Es como cuando se lleva un trono: o metemos todos un hombro o el trono no avanza", sostuvo Francisco.
Sin embargo, aún muchos no se explican cómo teniendo una amplia casa en pleno centro de Málaga, una de las ciudades más turísticas de España, los hermanos Salcedo han decidido regalarla en lugar de venderla o arrendarla.
Además, insistió: "Nosotros no hemos nacido ricos, hemos estudiado la universidad con becas, alguien nos ayudó, en este caso el Gobierno a través de los impuestos de los demás. Entonces la vida es así y uno tiene que ser agradecido. Nada de lo que tienes es tuyo, alguien te lo ha dado: alguien te ha animado a estudiar, algún profesor abrió las puertas a tus capacidades, tu familia te ha apoyado para que estudies en vez de ponerte a trabajar de pequeño, un vecino te ha ayudado. El que crea que vive en una isla es un absurdo. Vivimos todos interconectados".
El regalo de la familia Salcedo contrasta con el discurso de algunos partidos políticos, como Vox. Este partido, liderado por Santiago Abascal y con más de 50 diputados en el Congreso, ha propuesto cerrar los centros de acogida que atiende a los niños inmigrantes, retirar subsidios a las organizaciones católicas que les ayudan e incluso expulsarlos del país. A Wail estas palabras lo llenan de miedo.
"Si vuelvo a Marruecos cortaré mi cabeza porque ahí no hay nada. Qué voy a hacer ahí. No hay trabajo, no hay derechos, salud, educación. Si estas muy enfermo y no tienes dinero vas a morir porque los médicos no te atienden. Si no tienes dinero no puedes estudiar en la universidad. Yo prefiero cortarme la cabeza, morirme, antes que volver a Marruecos", señaló.
Justo después de las declaraciones de Monasterio y de las propuestas de Vox han sido colocados artefactos explosivos en centros de acogida en Madrid y Murcia.
Francisco Salcedo lamenta este tipo de señalamientos y acciones que ponen en riesgo a los niños y jóvenes inmigrantes, pero está convencido, que a pesar de todo, los buenos son mayoría.
"Lo que sucede es que estamos encerrados en todo lo negativo. Por ejemplo, en Málaga tal vez hay unos 30.000 árboles. Pega el viento y se cae un árbol encima de un coche y entonces sale en primera página, todos hablan de él. Pero nadie habla de los 29.999 árboles que quedan ayudando, dando oxígeno, sombra. Entonces de los 30.000 uno la jode y es el que ocupa toda la atención".
Por el momento, en España y en el mundo, aún quedan en pie muchos de esos árboles buenos de los que habla Francisco, personas y organizaciones que se dedican a proteger y a velar por los derechos de estos niños y jóvenes inmigrantes, que de un día para otro, deben asumir una emancipación forzada.