Nunca como hasta ahora el sueño del viejo líder ultraderechista francés podría parecer tan cerca. En apariencia, pues las diferentes fuerzas del populismo de derechas europeo divergen en asuntos importantes y se disputan un liderazgo continental en el que las ambiciones y rivalidades entre personas también frenan la convergencia.
Tres grupos representan ahora en la Cámara legislativa los intereses de la derecha nacionalista: La Europa de las Naciones y Libertades (ENL)— integrado por el partido de Marine Le Pen —Reagrupación Nacional (RN)—, La Lega de Matteo Salvini y Alternativa para Alemania (AfD)—; los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), —donde se cobijan Los verdaderos Finlandeses y el Partido Popular danés (PPD)—, y Europa de la Libertad y la Democracia Directa (ELDD), —donde se encuentra el Movimento 5 Stelle italiano y el UKIP británico que impulsó y ganó el Brexit—.
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Toda una sopa de letras en la que el elector europeo podría ahogarse y si no lo hace, es simplemente porque desconoce la existencia de esos grupos. El desconocimiento de la mecánica legislativa europea es tan evidente como la evidencia de que los ciudadanos de la UE votan en clave nacional. Aun así, tanto Le Pen, como Salvini, el holandés Geert Wilders y por supuesto Víktor Orban, que pertenece —de momento— a otra familia política (el Partido Popular Europeo) quieren unir sus esfuerzos para traducir el éxito en sus respectivos países en una ola popular que dirija los destinos legislativos de la UE.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) March 6, 2019
Marine Le Pen es quizás la más conocida fuera del continente por apellido y por su fuerza en Francia, donde disputa al partido del presidente Emmanuel Macron el primer puesto en las urnas. Le Pen, que ha recorrido Europa en la campaña electoral tratando de ganar adeptos a la causa común del nacionalpopulismo europeo, tiene, en cambio, una gran desventaja ante su "aliado", Matteo Salvini. El viceprimer ministro, ministro del Interior de Italia y verdadero hombre fuerte del Gobierno de Roma ha llegado al poder a través de las urnas —en alianza con 5 Stelle— y ha podido llevar a la práctica lo que Le Pen viene diciendo desde hace años sin poder aplicarlo por su techo de cristal electoral.
Inmigración, Rusia y el euro
Salvini ha podido aplicar en su país una de las medidas que une sin reservas a todos los partidos soberanistas: poner freno a la inmigración en masa. Es el único punto en el que las diferentes formaciones nacionalpopulistas no presentan diferencias.
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En una posición completamente opuesta se encontraría el gobernante partido Derecho y Justicia, de Polonia, y los Verdaderos Finlandeses. La actualidad política y la historia hacen difícil las relaciones entre las fuerzas nacionalistas de estos países y Rusia.
"Chernóbil económico"
Las diferencias en filosofía económica son también evidentes entre la derecha dura europea. Los hay liberales sin complejos, como los holandeses, y más proteccionistas, como el RN de Le Pen, a quien en su propio partido ciertos críticos le reprochan defender postulados económicos "de izquierda". Sus soflamas contra la austeridad, las multinacionales, el mundo de las finanzas, los tratados de libre cambio o el poder de los bancos podrían ser compartidos por sus rivales franceses del otro extremo del escenario político. Para Marine Le Pen, la UE es responsable de "un Chernóbil económico y social".
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Los alemanes de AfD saben que las ideas anti-UE no funcionan en su país, uno de los más europeístas. El "Dexit" no seduce; Alemania se beneficia más que nadie de la UE y, por si fuera poco, el próximo presidente de la Comisión Europea será, si no hay sorpresa, el alemán Manfred Weber, jefe de los "populares" europeos (PPE), la formación de la derecha "moderada" continental.
Religión, feminismo y LGBT
Los polacos, como otros centroeuropeos, hacen hincapié en el cristianismo como uno de los componentes esenciales de la identidad europea y se consideran partidos confesionales. Tampoco en este caso Le Pen puede acompañarlos pues, aunque comparta la idea de las raíces cristianas de Europa, en su país defiende el laicismo y la estricta separación entre Estado e Iglesia.
En Francia, en las elecciones regionales de 2015, nada menos que un 32% de parejas homosexuales votaron a Le Pen, que se ha autoerigido en defensora de este colectivo frente a las agresiones homófobas (subrayando que las agresiones son principalmente obra de musulmanes o extranjeros). El propio vicepresidente del Frente Nacional hasta 2017, Florian Philippot, era abiertamente gay. La diferencia es aún mayor con el "Partido de la Libertad" de Wilders, que enarbola la bandera de los derechos de homosexuales y de las mujeres —en contraposición con los valores del islam—, y la libertad de elección de estas en cuestiones como el aborto, cuya práctica no está a debate en Holanda.
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En el fondo se trataría de reconvertir a la UE a un simple espacio de intercambio económico, con unas fronteras impermeables a la doctrina liberal-progresista que estas formaciones consideran forma parte de una estrategia global para acabar con las identidades, las raíces y, en definitiva, la historia de las naciones que componen Europa.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK