Están en juego la Presidencia, todos los 513 miembros de la Cámara Baja, dos terceras partes de los 81 asientos del Senado, así como gobernadores y legisladores en todos los 27 Estados.
El presente de los 33 países de Latinoamérica —con casi 620 millones de habitantes— es tétrico en sus cuatro rincones, por lo menos en sus tres principales geoeconomías —Brasil, México y Argentina— donde se salvan muy pocos países relativamente diminutos como Bolivia, Uruguay, Paraguay, Panamá y Costa Rica.
Latinoamérica es imagen y semejanza de Brasil, su país más grande (8,5 millones de kilómetros cuadrados) y su mayor población: 207 millones, 33% de Latinoamérica. Pese a sus descalabros, todavía conserva un sitio respetable como la novena economía en el PIB mundial.
Bolsonaro propone una radical simplificación de los impuestos y la reducción de los ministerios de 29 a 15 en la que los generales jugarían un rol prominente.
La revista globalista The Economist maltrata a Brasil: "su economía es un desastre, las finanzas públicas se encuentran presionadas y la política está podrida hasta el fondo" con el "crimen callejero en ascenso", cuando "siete ciudades de Brasil representan las 20 más violentas del mundo".
Hoy Brasil ostenta la peor recesión de su historia cuando "su PIB per cápita se contrajo 10% en el periodo de 2014-2016" con una "tasa de desempleo del 12%".
Las reservas de Brasil de 380.000 millones de dólares son muy respetables y su grave problema es que los beneficios de las pensiones —se jubilan a los 50 años con pleno salario— se comen más del 90% del presupuesto federal.
Además: Más de 147 millones de personas están convocadas a votar en Brasil
El problema del candidato de origen libanés Fernando Haddad, de religión cristiana ortodoxa, es que parece, si es que no lo es, la marioneta de Lula, una percepción de la que ha intentado deslindarse.
Bolsonaro atrae a un sector importante de las clases altas y medias que imputan a Lula y a su Partido el Partido de los Trabajadores (PT) las turbulencias brasileñas.
Lo más interesante es que su compañero de lista como candidato a vicepresidente es el general retirado Hamilton Mourao, de mayor rango que Bolsonaro, lo cual significa una alegoría kafkiana de un país puesto de cabeza.
La mentalidad brasileña sobre el determinismo de su imperante corrupción se resume en la frase: "rouba, mas faz" (roba, pero cumple, en español)".
La endeble estructura de la democracia neonata brasileña es proclive a la ingobernabilidad con un poderoso Congreso donde el presidente de turno necesita crear coaliciones para que aprueben sus iniciativas en un país donde las traiciones se han vuelto la regla como sucedió con el actual vicepresidente Michel Temer, quien vendió a su 'aliada' Dilma Rousseff por 33 monedas de cobre.
La disección política refleja una fractura entre sus incompatibles tres poderes —Ejecutivo, Legislativo y Judicial— que luchan en forma salvaje por el poder supremo cuando hoy los poderes Judicial y Legislativo se han dado el lujo de encarcelar a Lula, el líder más popular de Brasil, y remover a su sucesora y poco carismática Dilma Rousseff, mientras que el poder militar, que ya 1964 a 1985 (una generación) no oculta su malestar y su inclinación golpista con el fin de tomar medidas draconianas y así encaminar al país a su normalidad extraviada.
Las reformas han sido timoratas, como la eliminación de donativos de las empresas a los partidos —que recortó el costo de la elección en 80%—, así como el congelamiento del despilfarro federal.
Bolsonaro no es un hombre de reformas y su formación militar no es muy dada a negociar, sino a imponer verticalmente sus proyectos.
Un sistema sui generis radica en su "representación proporcional de lista abierta" cuando los excedentes de votos de un candidato pueden ser trasladados a los asociados en su coalición: el 'efecto Tiririca', debido a que un payaso (literal) obsequió el exceso de sus votos para beneficio de tres diputados de su coalición.
El escandalo de Lava Jato puso en la picota a toda su clase política, y que había iniciado con el escándalo Mensalao, sobornos que implicaron a 38 exfuncionarios, empresarios y banqueros mancillados en una red de compra de votos en el Congreso, practicada entre 2012 y 2015 por el PT.
Haddad, pese a ser un académico del marxismo, se ha corrido al centro del PT para jalar el mayor número de votos y se ha distanciado de las políticas de Rousseff, por lo que favorece mayores acuerdos de libre mercado.
La fuerza de Haddad radica en que goza de mayor apoyo en el Congreso que su contrincante Bolsonaro cuyo Partido Liberal Social hoy controla solamente 9 de los 513 asientos.
Lo más relevante radica en las futuras relaciones de Brasil con los BRICS y con IBSA cuando Trump practica un neomonroísmo geoeconómico para sacar a China del continente americano.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK