"El consumidor puede consumir con tranquilidad el producto brasileño (…) el Sistema de Inspección Federal (SIF) no está bajo sospecha, lo que está bajo sospecha son las personas", dijo el ministro de Agricultura, Blairo Maggi, para intentar resaltar que los métodos de control sanitario del Estado siguen funcionando.
El funcionario remarcó que se reforzaron los controles y que el ministerio está tomando muestras de la carne que se vende en los mercados para que, en caso de encontrar "problemas", recomendar su retiro.
Pero, a pesar de los mensajes tranquilizadores, muchos brasileños se preguntan por qué deberían fiarse de esas carnes cuando el Gobierno ha vetado la exportación de mercancías de los 21 frigoríficos investigados, pero sigue permitiendo su venta dentro del país.
Todo se precipitó cuando los investigadores de la operación Carne Fraca describieron las múltiples irregularidades: carne almacenada en temperaturas inadecuadas, sin haber pasado los controles sanitarios o "maquillada" para evitar que se notara que estaba caducada o en mal estado.
Entre las prácticas más graves está el uso de ácido ascórbico —un conservante— para dar una apariencia mejor a carne que estaría casi podrida.
También se inyectó agua en niveles superiores a los permitidos en carne de pollo para aumentar su peso de forma artificial, se usó carne de cabeza de cerdo para fabricar salchichas –lo que está prohibido– e incluso se reutilizó carne caducada para fabricar otros alimentos.
Las escuchas telefónicas de la Policía Federal también revelaron una conversación en la que se hablaba de cartón, lo que en un principio se interpretó como que se mezclaba papel en la carne.
Todas estas prácticas se realizaron en carne bovina, de pollos y de cerdo y por algunas de las empresas líderes del sector, como BRF, dueña de marcas como Sadia y Perdigão, y JBS, propietaria de Friboi, Seara y Swift, entre otras.
Chile, México, China, Hong Kong, Sudáfrica, Egipto, Suiza y la Unión Europea (UE) anunciaron vetos a la carne brasileña en distintos niveles, desde el cierre total de las compras a la suspensión para las plantas investigadas.
"La última manifestación que vi es que el consumidor del exterior puede estar tranquilo, pero el brasileño no: puede seguir preocupado y comiendo carne", criticó la coordinadora del Instituto de Defensa del Consumidor, Elici Maria Checchin, en declaraciones al diario Estado de São Paulo.
Sin embargo, la sensación generalizada es de recelo.
Los especialistas advierten de que pronto se notará una fuerte bajada de los precios de la carne, debido a la caída de la demanda interna por miedo y al exceso de oferta, ya que las principales empresas no podrán dar a sus productos salida al exterior.