Pese a la opinión pública sobre aquella guerra, el conflicto armado entre la Unión Soviética y el Imperio nipón no fue una ofensiva contra un Ejército desmoralizado. Los militares japoneses lucharon violenta y furiosamente. De ahí que muchos soldados soviéticos tuviesen que sacrificar sus vidas para derrotarlos. El enorme riesgo al que se sometieron los efectivos del Ejército Rojo forjó aún más su carácter inquebrantable.
La ofensiva de la URSS contra Japón fue una mala noticia especialmente en el contexto de los ataques nucleares contra Hiroshima y Nagasaki.
No obstante, los bombardeos atómicos no influyeron mucho sobre la moral de los militares nipones en su lucha contra la URSS: lucharon ferozmente, por lo que sería incorrecto decir que la campaña soviética contra Japón fue una caminata fácil para el Ejército Rojo.
Las relaciones entre Moscú y Tokio fueron difíciles, ya desde los tiempos de la guerra ruso-japonesa que tuvo lugar entre 1904 y 1905. A raíz de aquel conflicto armado, el Imperio ruso perdió el control sobre la parte sur de la isla de Sajalín, que pasó a ser reconocida como prefectura de Karafuto.
Durante la guerra civil rusa, los militares nipones habían participado en la intervención aliada en el territorio del antiguo Imperio ruso, por eso la relación entre ambos países era muy negativa.
El compromiso de la URSS de entrar en la guerra
La creciente expansión del Imperio nipón hizo pensar a Tokio en la posibilidad de invadir el territorio de la Unión Soviética. La amenaza de un conflicto armado a gran escala existía desde mediados de la década de 1930, cuando los militares japoneses llegaron directamente a las fronteras de la URSS tras ocupar la parte norte de China. Tokio en aquel entonces disponía de una plataforma para su expansión en Asia oriental, Corea. Dicha península fue ocupada por los japoneses en 1910.
Pero no se trató de un acto de buena voluntad de la gestión militar japonesa: Tokio pospuso su entrada en la guerra hasta que las principales fuerzas del Ejército Rojo fuesen derrotadas por la Wehrmacht en Europa. Sin embargo, tras la derrota de las fuerzas alemanas en Stalingrado, la situación cambió drásticamente: Japón combatió contra EEUU y el Imperio británico, por lo cual prefirió abstenerse de una posible confrontación con Moscú.
Moscú estaba decidida a cumplir con lo pactado, especialmente teniendo en cuenta que la guerra contra Japón fue una revancha por la derrota en la guerra ruso-japonesa cuatro décadas antes del conflicto armado entre la URSS y Japón.
Preparativos para la campaña a gran escala
A partir de mayo de 1945 la Unión Soviética empezó a desplazar sus fuerzas de Europa al Lejano Oriente del país. Para reforzar las unidades desplegadas en la región, se enviaron más de 400.000 efectivos desde Europa. Con estos refuerzos, la agrupación militar soviética en el Lejano Oriente alcanzó los 1,57 millones efectivos. El Ejército Rojo contaba con 5.500 tanques y 5.400 aviones.
El comandante del Ejército de Kwantung, Otozo Yamada, hizo todo lo posible para complicar la ofensiva soviética y aplazar la inevitable derrota. Entendía que no sería capaz de salir victorioso en este conflicto.
Moscú declaró la guerra al Imperio de Japón el 8 de agosto de 1945. En la madrugada del 9 de agosto de 1945 las unidades del Ejército Rojo lanzaron una ofensiva contra las posiciones japoneses.
El avance
La Fuerza Aérea de la URSS lanzó ataques a gran escala contra las instalaciones militares japonesas en el norte de China, contra las fuerzas del Ejército de Kwantung y, además, contra sus comunicaciones. Simultáneamente la flota soviética del Pacífico empezó sus operaciones en el mar de Japón.
Ya durante el segundo día de la guerra soviético-japonesa las autoridades políticas del Imperio reconocieron que la entrada en la guerra de la URSS les había metido en un callejón sin salida. De ahí que no tuviese sentido continuar los combates. No obstante, las fuerzas niponas siguieron resistiendo durante semanas.
En la guerra contra los japoneses, los soldados soviéticos aplicaron la experiencia que recibieron durante la guerra contra la Alemania nazi. Pronto las fuerzas de la URSS llegaron a las principales ciudades del Estado títere de Manchukuo tras cortar la comunicación entre el Ejército de Kwantung y el resto del Ejército Imperial japonés.
Para el 14 de agosto, los altos rangos militares del Ejército de Kwantung había entendido que no tenía mucho sentido combatir contra las fuerzas soviéticas, por lo cual solicitó el armisticio. Pero las unidades japonesas siguieron resistiendo y dieron batalla a las unidades de la URSS. El 18 de agosto los soviéticos lanzó una ofensiva en las islas Kuriles que duró hasta el 1 de septiembre.
El desenlace
En cuestión de varias semanas las fuerzas soviéticas avanzaron centenares de kilómetros dentro del territorio controlado por las unidades del Ejército Imperial japonés, y lo dividieron en varias agrupaciones aisladas para descoordinarlas. Así, los soldados de la URSS rodearon a las tropas niponas en el norte de China. Al mismo tiempo, derrotaron a los japoneses en Sajalín y en las Kuriles.
Como resultado de la rendición, más de 600.000 soldados japoneses acabaron siendo prisioneros de guerra de la URSS.
La derrota del imperialismo japonés permitió a la URSS hacer justicia: restableció el control sobre sus antiguos territorios y además liberó a China de la brutal ocupación japonesa. Pese a su derrota incondicional en aquella guerra, Japón hasta el día de hoy reclama la soberanía sobre una parte de las islas Kuriles.