Para el verano boreal de 1945, los Ejércitos de las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética llevaron a cabo con éxito una serie de operaciones ofensivas contra las tropas hitlerianas en Polonia y entraron en el territorio de lo que en aquel entonces fue parte este del Tercer Reich —hoy en día la mayor parte de estos territorios forma parte de Polonia—. Solo en cuestión de algunas semanas, las fuerzas del Ejército Rojo se acercaron peligrosamente —desde el punto de vista de los nazis— a Berlín.
Los alemanes entendían bien que se trataba de una de las últimas batallas del Reich y hubo los que estaban dispuestos a luchar hasta la muerte para evitar su derrota. Las autoridades y la gestión militar del Reich recurrieron a la medida desesperada y obligaron a todos los que eran capaces de llevar armas y luchar a ingresar en las milicias populares Volkssturm, que lucharon al lado de la Wehrmacht. Su objetivo era impedir lo más posible el avance de los soldados soviéticos.
Los integrantes de Volkssturm estaban muy mal equipados. A menudo tenían solo un fusil por cada cuatro miembros de la milicia y eran afortunados si tenían varios cargadores. En general, la mayoría de ellos tenía a su disposición los lanzagranadas antitanque Faustpatrone. Se usaban solo para un disparo, por lo cual, tras lanzar el proyectil, los integrantes de esta milicia nazi tenían dos opciones: entregarse como prisioneros o luchar cuerpo a cuerpo y morir.
Los intentos de crear batallones populares fueron un fracaso porque en realidad fueron impotentes. Es bien sabido que las autoridades obligaron a la población a ingresar en el Volkssturm. En algunos casos, si uno se negaba a unirse a esta fuerza, podían colgarlo. El nivel de adiestramiento en esas unidades fue muy bajo. Sin embargo, entre los integrantes del Volkssturm hubo quienes lucharon por ideología. Entre ellos, antiguos combatientes de la Primera Guerra Mundial y algunos jóvenes.
El objetivo: detener a los rusos a toda costa
Un poco antes del inicio de la operación contra la capital alemana, el Ejército Rojo tomó por fuerza otra ciudad importantísima para los nazis, el núcleo de su militarismo, Konigsberg —hoy en día, la ciudad rusa de Kaliningrado—. Sin embargo, la resistencia fuerte de la capital de Prusia Oriental no estuvo ni cerca de la que dio Berlín porque los soldados de la Wehrmacht y otros organismos militares hitlerianos estaban decididos a no entregar la urbe a los rusos.
Esto fue necesario para disuadir a las agrupaciones militares nazis en otras partes del frente a que cesaran la resistencia. La toma de Berlín realmente ayudó a persuadir a una parte significativa de la Wehrmacht y otros organismos militares del Reich a rendirse, pero algunos continuaron luchando.
Los nazis temían mucho la venganza del Ejército Rojo y entendían que los rusos no les harían ninguna concesión, así que buscaban aplazar el fin de la guerra para conseguir una paz separada con el Reino Unido y Estados Unidos. Los alemanes querían dividir a los aliados, pero para conseguir sus metas necesitaban detener la ofensiva de la Unión Soviética. Al fin y al cabo, los nazis fracasaron.
Ya desde 1944, después de una serie de ofensivas exitosas del Ejército Rojo, quedó claro que los nazis no iban a ganar en aquella guerra.
El comandante del IX Ejército de la Wehrmacht, Theodor Busse, que se encargaba de la defensa de Berlín dijo en abril de 1945 que su tarea se consideraría concluida "si los tanques estadounidenses atacaran nuestra espalda". Es decir, la tarea fue permitir que las fuerzas de EEUU y el Reino Unido llegaran a Berlín antes que los rusos. El entonces primer ministro británico, Winston Churchill, también barajó la idea de llegar a Berlín antes que el Ejército Rojo.
Táctica de defensa que fracasó
Los alemanes durante dos meses habían preparado la defensa de la urbe y nadie pudo imaginar que esta caería ante los golpes del Ejército Rojo solo en cuestión de dos semanas. Los alemanes se acordaban de la resistencia soviética durante la batalla de Stalingrado y trataron de aprender la lección para aplicarla en la defensa de Berlín. En los planes de los alemanes, su capital debería convertirse en la 'revancha de Stalingrado'.
La intención de Hitler y sus generales fue repetir en Berlín lo que parcialmente consiguieron hacer durante la batallas por Posnania, Breslavia y Konigsberg. Es decir, prolongar el cerco de la ciudad defendiéndolo rigurosamente, pero como sabemos estas ciudades al fin y al cabo se rindieron y esto inevitablemente iba a pasar con Berlín. Inicialmente, los nazis tenían previsto mantener sus posiciones en el frente de Óder y, en caso de fracaso, pasar a defender Berlín.
El área del río Óder fue cubierta de árboles y matas y no fue el mejor lugar para las operaciones ofensivas. Además, dicha zona fue bien fortificada. Pero el Ejército Rojo logró quebrar la defensa de los nazis y pronto llegó a las proximidades de Berlín.
Los belicistas del Reich querían derrotar a la URSS en Hungría, pero sus intentos fueron en vano y las unidades de la Wehrmacht y de la SS quedaron atrapadas en el territorio húngaro. Con el tiempo, Berlín cayó.
Las Fuerzas Armadas de la URSS lucharon valientemente en la batalla de Berlín y, como consecuencia, enterraron definitivamente al Reich que no tuvo ninguna otra opción más que rendirse. El Ejército Rojo pagó por esta determinante ofensiva con más de 78.000 vidas de sus soldados, mientras que, de acuerdo con los datos de la URSS, la Alemania nazi perdió cerca de 400.000 personas. Las bajas del Volkssturm, la Policía y de las Juventudes Hitlerianas no están incluidas.