En esa época, se produjo a partir de las instrucciones y el patrocinio del Gobierno de Estados Unidos un letal acuerdo de organismos de inteligencia para que, al margen de la ley, los Gobiernos dictatoriales de la región pudieran perseguir, capturar, asesinar y desaparecer luchadores democráticos, populares y revolucionarios en el territorio de cualquier país.
En los hechos, tal práctica significó la construcción de una suprasoberanía criminal que estableció pautas para actuar de forma ilegal en la realización de su tenebrosa labor.
Hoy, en una versión renovada de la trama, se pretende establecer una suprasoberanía que, actuando en consonancia con grupos delictuales acogidos a la protección del Gobierno de Colombia, atenta contra un país soberano intentando a través de todas las vías posibles quebrar el proceso que democráticamente se ha dado.
Así mismo, resulta grotesco que el Gobierno de Bahamas, que acaba de ser afectado por un brutal huracán que causó centenares de muertos y desaparecidos y que necesita de la solidaridad internacional, se haya involucrado en la posibilidad de participar en una invasión militar a Venezuela. Igualmente, es muy chocante que un gobierno que se dice torrijista se preste para apoyar las maniobras estadounidenses violentando la propia doctrina del General Omar Torrijos que fue un pilar en los años 70 del siglo pasado y hasta su muerte en 1981 en la lucha contra las dictaduras por la integración latinoamericana a favor de la paz y el encuentro entre nuestros pueblos. Un país como Panamá que hace solo 30 años fue víctima de una atroz intervención militar de Estados Unidos no debería apoyar una alianza con los agresores de su país.
Durante el siglo pasado, en el marco de la Guerra Fría, todo ello fue posible gracias al entramado ideológico que estructuraba las relaciones internacionales que justificaba y legitimaba la lucha contra el comunismo en la región: se evocaba la doctrina Monroe que dio origen al TIAR y la OEA como argumentos que daban soporte jurídico a tamaña aberración.
Hoy, finalizada la Guerra Fría y cuando parecía que el mundo se podía encaminar a un futuro de paz y armonía, la exacerbación de la voracidad imperial ha conducido a la pretensión de minar el sistema internacional e implosionar el edificio jurídico que se propone mantener al mundo en paz, todo esto en camino de destruir a la ONU, a fin de construir otra instancia y otro sistema que dé soporte a la fase imperialista del capitalismo mundial que se caracteriza por el neoliberalismo extremo, la concentración gigantesca de capitales y una polarización social jamás antes vista.
¿Por qué el canciller ruso propone cambiar la sede de la #ONU?
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) September 26, 2019
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Solo así se explica la impunidad con la que actúa Estados Unidos y los sujetos de su ventriloquía. Así, la potencia norteamericana se asume dueña de la ONU y decide quién participa y quién no lo puede hacer. De la misma maniera, el presidente de Colombia se siente autorizado de la forma más impune a mentir a la comunidad internacional exhibiendo falsas fotos en su tribuna más excelsa.
Sin embargo, casi simultáneamente con la emisión de este concepto, la Corte Suprema de Justicia del Reino Unido emitió un dictamen en el que opina que la decisión de Johnson de aconsejar a la reina que suspendiera el Parlamento "fue ilegal porque tuvo el efecto de frustrar o impedir" que esta instancia desempeñara "su función constitucional sin una justificación razonable".
Resumiendo, es un ganador que actúa ilegalmente. He ahí la doctrina Trump de política exterior: no importa que actúe ilegalmente, lo que importa es que se haga lo que él diga, lo cual garantiza ser un ganador.
Es decir, en este caso, Trump y Johnson pretenden actuar al margen de la ley, llevar al mundo a que ello ocurra en todas partes, decretar la incapacidad de la ONU para hacer su trabajo, construir un mundo caótico y sin ley donde impere la guerra y el conflicto e imponer un sistema de minorías, que exprima el planeta en la búsqueda de ganancias a cualquier precio, suprimiendo logros históricos que han costado siglos de lucha para hacer de la Tierra un lugar más apacible.
Precisamente, la dificultad del momento es que Estados Unidos intenta establecer la primacía de los antivalores, la amenaza, el chantaje, la presión extrema al que no se subordina y junto a ello el menosprecio de la vida.
La posibilidad de establecer un marco general de ilegalidad en el comportamiento internacional atenta contra la humanidad de la misma manera que lo hace el peligro cierto de uso del armamento termonuclear.