El autor afirmó que "un caza furtivo de primera clase lanzado desde un portaviones está destinado a dar a la Armada de EEUU más flexibilidad de ataque en combate y será capaz de atacar los sistemas de defensa enemigos más sofisticados y objetivos fortificados desde un portaviones en el mar".
Según Kashin, para rastrear y destruir a los grupos de combate de EEUU, Pekín recurrirá a "una combinación de misiles balísticos antibuque, submarinos y aviones de ataque terrestre, equipados con misiles antibuque".
El experto destacó que los aviones furtivos chinos J-20 son "significativamente más grandes y pesados que los F-35", de manera que "están diseñados principalmente para realizar misiones en el mar como aviones de ataque que transportan misiles antibuque".
A juicio de Kashin, los grupos de batalla con los F-35C a bordo enfrentarán la amenaza que emana de los misiles antibalísticos, los bombarderos de largo alcance H-6K, los cazas furtivos J-20 y los misiles supersónicos antibuque lanzados desde submarinos chinos.
"Cuando el F-35 estaba en pleno desarrollo, la tarea de suministrarlos a un grupo de combate de portaviones con defensa aérea no era la prioridad —este avión de combate fue diseñado para destruir blancos en posiciones costeras—", profundizó Kashin, quien añadió que, por el momento, el aparato "no parece adecuarse a las realidades de combate que EEUU podría enfrentar hoy en el Pacífico Occidental".
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Se espera que el proyecto F-35 acabe costando alrededor de 1,5 billones de dólares en los próximos 55 años, convirtiéndose así en el programa de defensa más caro de la historia. Sin embargo, según el informe del director de pruebas operativas y de evaluación del Departamento de Defensa de EEUU, Michael Gilmore, el programa del F35, previsto para ser concluido en el 2018, "corre un riesgo sustancial de no alcanzar los requerimientos exigidos".