Cómo deben recordar ahora Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff las advertencias que reiteradamente les hiciera Hugo Chávez sobre la posibilidad de un golpe de Estado en Brasil y a las cuales no prestaron ninguna atención.

Ahora están sufriendo las consecuencias de esta conspiración que se inició inclusive durante el primer período de la presidencia de Dilma Rousseff, cuando se detectaron los actos de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana (NSA) que supuestamente destapó la corrupción en la empresa más importante brasileña Petrobras e hizo filtrar la información a los medios corporativos globalizados a su servicio.
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Así se inició una agresiva guerra mediática contra el gobierno brasileño y en especial contra Rousseff que se intensificó con el triunfo de la oposición neoliberal en Argentina y las derrotas que sufrieron los Gobiernos de Venezuela y Bolivia.
EEUU ya estaba ansioso de obtener el acceso a los 100 mil millones de barriles de petróleo recién encontrados en el Brasil y posteriormente establecer el control sobre el oro negro del país igual como lo hicieron con el Pemex en México usando el diseño de Hillary Clinton.
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Tampoco a la Casa Blanca le agradaba la participación activa de Brasil en el grupo BRICS y le irritaba el rol del país en la creación del nuevo cable de Internet Brics para cesar su dependencia de EEUU en la comunicación virtual.
Consideraron que las condiciones objetivas para interrumpir el mandato de la presidenta Dilma estaban latentes debido a la crisis económica, el mega escándalo de Petrobras y el creciente desempleo.
Todos estos factores que fueron hábilmente manipulados y distorsionados día a día por los medios de comunicación, llevaron a la gran parte de la opinión pública, especialmente la clase media a la conclusión de que fue la presidenta y su equipo gubernamental que llevaron al país a un declive y se necesitaba un cambio en la dirección de Brasil.
Los medios de comunicación diseminaron la información que involucraba a la presidenta en el encubrimiento de la corrupción y en su participación en este delito a pesar de no existir ninguna prueba contra Dilma Rousseff. Lo curioso fue que los 36 diputados de la comisión del total de 38 parlamentarios que votaron a favor de un juicio político contra la presidenta están procesados por delitos de corrupción.
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El principal iniciador del proceso de destitución, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, evangelista cristiano, enfrenta cinco acusaciones por tener dinero en 11 paraísos fiscales en Suiza (Papeles de Panamá) y en uno de ellos 40 millones de dólares por sobornos.
Así sin ningún problema entregó al presidente del Senado y del Congreso, Renan Calheiros, un viejo zorro político, que a su vez responde a ocho investigaciones, el acta de la sesión de la Cámara de Diputados en que 367 parlamentarios de los 513 autorizan que se abra un juicio político a cargo de los senadores para destituir a la presidenta Dilma Rousseff.
Tan escandaloso es este proceso que inclusive uno de los periódicos de los globalizadores, The New York Times comentó que "Ella (la presidenta) no robó nada, pero está siendo juzgada por una banda de ladrones". Según la organización Transparencia Brasil, el 53 por ciento de la Cámara de Diputados están siendo investigados por corrupción, malversación de fondos públicos, lavado de dinero, falsificación de documentos etc.
Lo alarmante fue que el 33 por ciento de los diputados que votaron por la destitución de la presidenta lo hicieron en nombre de Dios, el 36 por ciento por la familia y el 25 por ciento por la patria.
Uno dedicó su votó al militar que torturó a Dilma durante la dictadura militar (1964-1985), el otro a la dictadura militar y el resto, con poca excepción, a sus padres, hijos, esposas, abuelos etc. Pocos se refirieron a las causas reales que motivaron la acusación contra Dilma Rousseff.
El acto de votación se asemejaba al actual Parlamento de Ucrania donde la comedia y la tragedia se fusionan y se convierten en una aberración teatral que produce un rechazo natural en sus espectadores.
Si no, Michel Temer estará en la presidencia hasta las elecciones en 2018. El Senado se pronunciará el 5 o 11 de mayo próximo, mientras tanto el país se irá a la deriva agravándose la situación económica.
Los medios de comunicación que acusaron a Dilma Rousseff hasta de la crisis económica, ocultaron que el problema comenzó con el estancamiento de la economía de China debido a que Brasil fue el país más beneficiado por el desarrollo chino, tomando en cuenta su gran demanda de materia prima. La caída de la demanda china afectó seriamente a Brasil.
Tan "buenas" y "sabias" han sido las recetas de Christine Lagarde al recortar Brasil 26,5 mil millones de dólares del gasto público que la misma directora del FMI declaró al comienzo de 2016 que "la situación en Brasil es preocupante. Soplan vientos muy, muy fríos".
Y como no, si al final de 2015 el mercado interno de Brasil cayó 3.8 por ciento, su PBI bajó 3.7 por ciento y caería otros 3.6 por ciento este año mientras que la desocupación ya superó el 10 por ciento. Frente a este agravamiento de la crisis, la presidenta tuvo que reemplazar al neoliberal ministro de Hacienda Levy por el economista neodesarrollista, Nelson Barbosa. Pero perdió el tiempo pues el nuevo ministro no podría apartarse del camino neoliberal que tomó Brasil.
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Se dice que no hay finanzas para dar un impulso a la economía, pero al mismo tiempo Brasil mantiene 39,9 mil millones de dólares en los Bonos Federales de EEUU (el segundo país después de México-80,5 mil millones de dólares) ayudando a los norteamericanos a mantenerse a salvo durante su propia crisis económica. ¿Cómo entender a los gobernantes latinoamericanos que hablan de la independencia y soberanía y al mismo tiempo no se atreven abandonar el camino de sumisión al imperialismo?
Este problema hay que tratarlo de forma sistémica, pero lamentablemente la corrupción está siendo utilizada como un instrumento para debilitar al gobierno".
Los jueces en Brasil no ven los crímenes de los opositores persiguiendo la consigna de sacar a Dilma y su Partido de los Trabajadores (PT) del poder y no permitir a Lula da Silva participar en las elecciones en 2018.

Mucha culpa en este intento de restauración del neoliberalismo la han tenido tanto Lula da Silva como Dilma Rousseff al confiar en la burguesía brasileña que en la época del boom económico estaba dispuesta a ceder una parte de su ganancia al estado para los programas sociales.
Pero durante el estancamiento económico ya no les convenía colaborar con el gobierno, la conciliación se ha terminado y empezaron a conspirar para proteger sus propios intereses y los de su aliado de clase: Estados Unidos.
También Dilma Rousseff, a pesar del escándalo de espionaje de la NSA contra su gobierno y Petrobras, accedió durante su viaje a EEUU en 2015 a la instalación de una división de la élite de la NSA, Teilored Access Operations (TAO) en Brasil, según las revelaciones de Edward Snowden.
La TAO en Brasil cubre Latinoamérica y en especial Venezuela, Bolivia y Ecuador. Entonces de qué independencia y soberanía hablamos, si la misma gobernante progresista ha facilitado condiciones para este golpe de Estado en marcha acelerada.
Afirma el ministro de Cultura de Brasil, Juca Fereira, que "si el golpe triunfa, Brasil va a entrar en un período de inestabilidad y durante mucho tiempo vamos a vivir un conflicto incontrolable". Algunos especialistas consideran que esta inestabilidad durará no menos de 20 años. ¿Y el pueblo?
Una parte visible está protestando pero todavía no constituye una mayoría para poner fin al golpe que es precisamente orientado contra el mismo pueblo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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