Este dato, que incluye alimentos y diversos bienes y servicios esenciales, tuvo en el décimo primer mes del año un incremento anual de 3,9% en zonas urbanas de México y de 3,5% en regiones rurales.
Según un análisis retomado por El Economista, el alza se concentró principalmente en el precio de los alimentos, el cual continúa siendo el componente que más presiona el costo total de la cesta mínima, tanto en ciudades como en comunidades rurales.
El organismo señaló que, solo en noviembre, el costo de una alimentación adecuada alcanzó 2.463 pesos mensuales (136,52 dólares) por persona en zonas urbanas y 1.855 pesos (102,82 dólares) en áreas rurales.
Si se considera la canasta básica completa —que abarca higiene, salud, educación, transporte y otros servicios— los montos ascienden a 4.809 pesos al mes (alrededor de 266,56 dólares) en ciudades y 3.448 pesos (191,12 dólares) en localidades rurales.
Con estos niveles de precios, una familia mexicana de tres integrantes requiere al menos 14.427 pesos mensuales para cubrir solo sus necesidades básicas en una ciudad como Pachuca, mientras que un hogar de igual tamaño en una comunidad rural, como Capulálpam de Méndez en Oaxaca, necesita alrededor de 10.344 pesos al mes (aproximadamente 573 dólares).
¿Qué impulsan las alzas?
El Inegi detalló que, en zonas urbanas, productos como el bistec de res aumentaron 18,8% anual, mientras que la leche de vaca y los alimentos preparados subieron 8,9% y 7,6%, respectivamente.
Servicios de cuidado personal registraron un incremento del 7%, y los relacionados con educación, cultura y recreación avanzaron 6,2%.
En áreas rurales, además del alza en bistec y leche, destacó un encarecimiento de 17,5% en la carne molida de res, junto con aumentos de 6,9% en servicios de cuidado personal y 6,2% en transporte público.
Impacto directo en el poder adquisitivo
La volatilidad en los precios de los alimentos —advirtió la publicación— deteriora la capacidad de compra de los hogares, especialmente de los de menores ingresos.
Según cifras del Inegi, las familias más pobres destinan más de la mitad de su ingreso exclusivamente a la adquisición de alimentos.
El costo de la canasta básica alimentaria y ampliada se mantiene como un indicador clave para medir el bienestar de los hogares mexicanos, así como la presión inflacionaria que enfrentan las regiones urbanas y rurales del país.
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