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Obama bajo escrutinio: ¿cómo queda el legado del expresidente tras la derrota de Harris?

© AP Photo / Thanassis StavrakisBarack Obama, expresidente de EEUU
Barack Obama, expresidente de EEUU - Sputnik Mundo, 1920, 13.11.2024
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La figura del expresidente, quien durante la década de los 2000 fue alabado como la figura que reconfiguraría la política de EEUU, ha perdido su peso con el paso de los años, hecho que quedó asentado con la reelección de Donald Trump.
Tras el contundente fracaso electoral de Kamala Harris, la candidata demócrata por la cual Barack Obama no solo había forzado al presidente Joe Biden a renunciar a su reelección, sino que había hecho campaña incesante en las últimas semanas, nuevamente reaparece el debate público.
Así, han surgido cuestionamientos sobre cuál es realmente el legado político del expresidente, y si su imagen no resulta a esta altura un lastre para el Partido Demócrata, considerando el claro rechazo del electorado al centrismo neoliberal y a las elites que el antiguo mandatario personifica.

Ascenso y declive de Obama

Cabe recordar que cuando Obama emergió en el escenario político de EEUU con un elogiado discurso en la Convención Nacional Demócrata celebrada en el 2004, el entonces ignoto senador estatal de Illinois rápidamente se transformó en una sensación mediática gracias a sus dotes oratorias, sus llamados a terminar con las guerras promovidas por el Gobierno de George W. Bush en Oriente Medio, y exhibiendo un gran atractivo simbólico: en un país que todavía carga con el pecado original de la esclavitud, un ciudadano afroamericano se presentaba como la alternativa para lograr dejar atrás casi dos siglos de violencia e imperialismo.
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Sin embargo, luego de un fulgurante ascenso que lo vio imponerse en las internas de su partido por sobre la preferida del establishment, Hillary Clinton, y luego triunfar de manera arrolladora sobre el candidato republicano, el senador John McCain, no pasaría demasiado tiempo desde su llegada a la Casa Blanca para que fuera claro que, pese a su retórica llamando a realizar una transformación profunda del país y su rol en el escenario global (después de todo, "Esperanza y cambio" había sido el eslogan de su campaña), el Gobierno de Barack Obama iba a preferir no antagonizar demasiado con sus donantes ricos y los poderosos en Washington.
Así, Obama se dedicaría a utilizar ese gran capital político inicial impulsando apenas un puñado de cambios cosméticos, decepcionando rápidamente al electorado que había creído en sus promesas y lo había llevado hasta la Casa Blanca.
En ese sentido, su principal propuesta, su reforma al sistema de salud, fue su único logro legislativo en sus 8 años de mandato, pero la iniciativa que Obama terminó impulsando fue notablemente diluida durante el proceso de elaboración por presión de las grandes aseguradoras médicas, dejando a decenas de millones de ciudadanos sin cobertura y eliminando cualquier ambición de implementar una sanidad pública (pese a tratarse de la primera economía del mundo, la salud en EEUU está mayoritariamente tarifada).
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De la misma manera, muchas de las otras propuestas sobre las que basó su campaña presidencial, ya sea cerrar la cárcel de Guantánamo —emblema de la política de torturas del con George W. Bush—, terminar con la presencia de soldados estadounidenses en numerosos países de Oriente Medio o regular de manera categórica el sistema financiero de EEUU que había provocado la Gran Recesión del 2008 terminaron siendo descartadas sin siquiera ser discutidas por el Congreso.
Tras su fuerte derrota legislativa del 2010, Obama se dedicaría a gobernar los años siguientes por decreto, dejando de lado cualquier reforma legislativa ambiciosa y escalando la política bélica de EEUU alrededor del mundo (Libia, Yemen, etc.), persiguiendo a cualquiera que se opusiera a sus abusos o diera a conocer los asesinatos extrajudiciales cometidos por el Pentágono, como lo probaron los casos contra el informante Edward Snowden y el fundador de Wikileaks, el periodista Julian Assange.
La primera confirmación de que el político que había sido prematuramente entronizado como el Kennedy de los 2000 no estaba a la altura de todos esos elogios —y que incluyeron, asombrosamente, hasta un Premio Nobel de la Paz— vendría en el 2016, cuando Obama fracasó en lograr que Hillary Clinton lo sucediera en la Casa Blanca, teniendo que cederle el poder a su rival, Donald Trump.
La victoria del magnate republicano, quien había hecho campaña criticando las políticas del entonces presidente, especialmente en temas económicos, migratorios y de política exterior, fue interpretada principalmente como un rechazo del electorado al establishment, que favorecía la candidatura de Hillary Clinton.
Y si bien la prensa también responsabilizó en parte a Obama de la derrota, el expresidente salió mayormente ileso de la humillación electoral propiciada a la ex primera dama, dedicando sus años siguientes a reconvertirse en productor de cine, autor y hasta podcáster, una suerte de influencer para las elites urbanas, logrando contratos millonarios con Netflix y Spotify, un camino que su propia esposa Michelle también emprendería, con todavía mayor éxito y un mayor foco en la cultura de bienestar y la autoayuda feminista.
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¿Lastre demócrata?

Ahora, sin embargo, a la luz de la derrota contundente de Kamala Harris, candidata que Barack Obama había apoyado fuertemente y por la cual había salido de su exilio político para encabezar mítines y reportajes pidiendo el voto para su antigua colaborada, muchos se preguntan si el consenso inicial alrededor de Obama y la imbatibilidad de su coalición electoral (conformada por latinos, jóvenes metropolitanos y minorías sociales) no fue, en el mejor de los casos, una exageración fruto de su carisma, o en el peor, un error catastrófico que le ha costado al Partido Demócrata dos de las últimas tres elecciones generales.
Para Samuel Losada, internacionalista egresado de la Universidad de Belgrano, si bien no puede atribuírsele a Barack Obama, la derrota de Harris sí demuestra que la influencia del expresidente en el electorado de EEUU es actualmente nula.

"Por un lado, está claro que el fracaso del Gobierno de Obama, quien no cumplió con sus promesas y sólo perpetuó las mismas políticas ruinosas de neoliberalismo financiero y guerras en el extranjero, ha hecho que su figura, si bien todavía es popular entre ciertos sectores demócratas, sea un lastre para el partido y sus deseos de volver a conectar con la clase trabajadora y los votantes más progresistas", señala el experto.

En ese sentido, Losada afirma que una figura que estaba llamada a ser el gran líder del partido incluso después de estar fuera del Gobierno, ahora, tras una nueva derrota electoral, está condenado a la irrelevancia y será pronto jubilado por una nueva generación de políticos demócratas, que buscarán despegarse de su imagen.

"Creo que una de las conclusiones que los dirigentes emergentes de su partido sacarán es que tener el respaldo de Barack Obama, de Hillary Clinton, o de celebridades ricas de Hollywood o de la música no es solamente que no es beneficioso, sino que los muestra como una elite distanciada de los problemas del ciudadano común, y creo que ya en las elecciones legislativas del 2026 veremos menos de ellos y de esa estrategia en la campaña demócrata", vaticina.

Al respecto, Losada señala que el hecho de que Obama solo parezca interesado en la realidad de su país en época de elecciones, y el resto del tiempo sea fotografiado en las zonas más exclusivas de EEUU y del mundo, y que se haya dedicado a dar charlas para ejecutivos de Wall Street por sumas astronómicas o producir películas para plataformas de streaming lo hacen ver como un millonario que solamente ha aprovechado su fama pospresidencia para enriquecerse, algo que va en contra de lo que era su discurso cuando saltó a la fama, cuando prometía que lucharía contra la desigualdad y pedía responsabilidad a los ricos.
"En un sentido, Obama se ha transformado en el anti-Jimmy Carter, que tras terminar su presidencia con muy malos números, se convirtió en un activista para todo tipo de causas, desde los derechos humanos hasta la democracia y la vivienda, y llevando una existencia muy modesta. Obama, por el contrario, parece demasiado cómodo con su vida de celebridad y solo se acuerda de los ciudadanos cada cuatro años cuando es hora de pedirles el voto. Los votantes de EEUU ya se han dado cuenta de eso y claramente lo perciben más como un nuevo rico que como un político comprometido, y el Partido Demócrata y sus candidatos han sufrido por eso", concluye.
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