Los documentos, que antes eran secretos y al final fueron desclasificados, muestran una frenética actividad en la Administración Nixon en el período entre el 5 y el 9 de noviembre para evaluar las consecuencias de la victoria de Allende y unas posibles respuestas de Estados Unidos.
El documento sobre la conversación secreta reveló la idea de los funcionarios estadounidenses de que la elección democrática de Allende y su agenda socialista para un cambio importante en Chile amenazaban los intereses de Estados Unidos. Sin embargo, había diferentes opiniones sobre lo que el país norteamericano podría y debería hacer al respecto. Así, el secretario de Estado, William Rogers, se opuso a la hostilidad y la agresión hacia Chile. El secretario de Defensa Melvin Laird aseguró que era necesario hacer todo lo posible para dañar a Allende y “echarlo abajo”.
"Nuestra principal preocupación en Chile es la perspectiva de que [Allende] pueda consolidar su posición y la imagen proyectada para el mundo será su éxito", explicó Nixon.
Por lo tanto, el mandatario instruyó a su equipo de seguridad nacional a adoptar un programa de agresión para desestabilizar la capacidad de gobernar de Allende, destaca la NSA.
Con motivo del 50 aniversario de la toma de posesión del presidente chileno, la NSA publicó una colección de documentos que proporcionan una información detallada de cómo y por qué el presidente Nixon y su consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, definieron y siguieron una política de desestabilización en Chile. Este último afirmó años después que estas operaciones "crearon las mejores condiciones posibles" para realizar el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que llevó al general Augusto Pinochet al poder.
Cuando las operaciones secretas de la CIA para derrocar a Allende fueron descubiertas en la primera página del New York Times en septiembre de 1974 por el reportero de investigación Seymour Hersh, provocaron un gran escándalo a nivel nacional e internacional. El alboroto alrededor del papel clandestino de los Estados Unidos en Chile condujo a la primera investigación importante sobre las operaciones secretas del país norteamericano, las primeras audiencias públicas, así como la primera publicación de un importante estudio respecto a este caso Acción secreta en Chile, 1963-1973, redactado por el comité especial del Senado presidido por el senador Frank Church.
"La naturaleza y la importancia del papel estadounidense en el derrocamiento de un gobierno chileno elegido democráticamente son asuntos de profunda y continua preocupación pública", declaró el político en aquel entonces.
Sin embargo, la administración del presidente Gerald Ford ocultó una parte de la dramática documentación revelada. Puesto que los principales funcionarios estadounidenses intentaron falsificar el propósito de la intervención de EEUU en Chile, los investigadores del Senado no tuvieron acceso a los datos históricos completos, incluidas las deliberaciones y decisiones de la Casa Blanca sobre Chile en los días previos y posteriores a la toma de posesión de Allende.
Según los documentos revelados, ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Henry Kissinger, alegó que la intención de los Estados Unidos no era desestabilizar o derrocar a Allende sino proteger a los partidos de oposición para mantener la democracia.
Otros ex funcionarios estadounidenses que participaron en las operaciones anti-Allende también intentaron reescribir la historia de la intervención en Chile. Así, el exoficial de la CIA Jack Devine afirmó que esta organización simplemente estaba apoyando a los opositores políticos de Allende y estaba asegurándose de que el presidente socialista no desmantelara las instituciones democráticas. El objetivo, según este testigo, era preservar estas instituciones hasta las elecciones chilenas de 1976 cuando las fuerzas democráticas, apoyadas por Estados Unidos, prevalecerían sobre la Unidad Popular de Allende.

Si se demostraba que Washington había violado su propia política de respetar los resultados de unas elecciones democráticas, este hecho socavaría la confianza internacional en EEUU y aumentaría el nacionalismo contra el país norteamericano, lo que sería utilizado por el Gobierno de Allende para consolidar su posición entre los chilenos y ganar influencia en el resto del hemisferio, argumentó la Mesa de Asuntos Interamericanos en un documento informativo durante el debate interno sobre cómo responder a la toma de posesión de Allende.
Al mismo tiempo, los documentos también descubren que Kissinger rechazó enérgicamente esta opción y convenció al presidente Nixon de optar por un esfuerzo para desestabilizar el gobierno de Allende. Según los documentos revelados, Kissinger tuvo mucha influencia en el proceso para socavar el poder del mandatario chileno. Cuando le quedó claro que los esfuerzos de la CIA para llevar a cabo un golpe de estado antes de la toma de posesión de Allende probablemente fracasarían, el consejero de Seguridad Nacional compartió con Nixon sus argumentos para una estrategia agresiva a largo plazo.
“La elección de Allende como presidente de Chile representa para nosotros uno de los desafíos más graves que se han enfrentado en este hemisferio”, escribió Kissinger en aquel entonces.
Seis días después de la toma de posesión de Salvador Allende, fue emitida la directiva que autorizó a los funcionarios estadounidenses a colaborar con otros gobiernos de la región, especialmente Brasil y Argentina, para coordinar los esfuerzos contra Allende, bloquear los préstamos bancarios multilaterales para Chile, influir en el valor de mercado internacional para afectar las principales exportaciones de Chile y así perjudicar su economía. La CIA estaba encargada de preparar planes de acción para el futuro. Al mismo tiempo, esta directiva no contenía ningún punto sobre la preservación de las instituciones democráticas de Chile o los intentos orientados a la derrota electoral de Allende en 1976.