Por primera vez desde 1900 Estados Unidos registra un nivel tan alto de participación en unas elecciones. Aproximadamente un 67% de los estadounidenses convocados han participado en estos comicios presidenciales que enfrentan al ex vicepresidente Joe Biden y al actual mandatario, Donald Trump.
"Nosotros estamos viendo la pelea de dos grupos de poder sin escrúpulos, cada uno con sus procedimientos y métodos, pero con una intención final, firme y manifiesta que es sostener lo que ellos llaman la nación indispensable a costa del sufrimiento de todos nosotros. Y esa es una realidad que no cambia ni con unos ni con otros, por eso decimos que hay que salir de esa zona de confort, hay que dejar la flojera mental porque es falso que con Biden el mundo será mejor, que Trump es un loco, desquiciado, que tiene principios de esquizofrenia y que psicológicamente no está capacitado para ejercer la presidencia de EEUU. Es una narrativa pura y dura para el consumo de las grandes masas ignorantes que son instrumentalizadas para un fin o para otro", asegura Gustavo Borges Revilla, analista político venezolano y director del portal Misión Verdad.
Hasta el momento no se sabe quién gobernará Estados Unidos durante los próximos cuatro años. El candidato demócrata, Joe Biden, indirectamente ya se da por ganador, mientras que el presidente Donald Trump también asegura haber ganado, denuncia fraude y adelantó que buscará en la Corte Suprema el recuento de votos en estados clave.
Tanto Borges como Poch de Feliu consideran que la política exterior estadounidense no variará sustancialmente gane o pierda Biden. Aseguran que lo único que diferencia a los demócratas y a los republicanos son las formas, los métodos porque, en el fondo, ambos aspirantes saben que hay líneas rojas que no se pueden pisar, como la "línea militarista".
"Una cosa muy curiosa han sido las declaraciones de un alto ejecutivo de Boeing diciendo que no le importaba quién ganara en estas elecciones. Yo creo que el complejo militar industrial tiene bien claro que, gane quien gane, la línea militarista, que está estructuralmente incorporada a la economía norteamericana, va a continuar", agrega Poch de Feliu.
El historial
Si bien Biden ha sido presentado como un político comedido, con una amplia trayectoria política, que se enorgullece de sus orígenes modestos y que con paciencia debe enfrentarse a Donald Trump. Lo cierto es que muchos no olvidan el papel que jugó Biden cuando fue vicepresidente de Barack Obama entre 2009 y 2017.
El golpe de Estado contra el presidente hondureño Manuel Zelaya, el apoyo a manifestantes en Ucrania, las guerras en Siria, Libia y la firma de un decreto que declaró a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de EEUU, son solo algunos ejemplos de las acciones de la Administración Obama-Biden.
"Ahí hay una manifestación exacta de lo que sería la política del Partido Demócrata. Hay una política bien definida, hay un diseño de intervención en los países a través de la doctrina de cambio de régimen, de la intervención de los países en función de los métodos y procedimientos de las revoluciones de colores, que nosotros vimos sucesivamente en los años en los que gobernaban los demócratas", sostiene Borges Revilla.
"El inicio de la guerra en Siria se pensó, diseñó y ejecutó en la gestión Obama-Biden, aquel escándalo de espionaje de la NSA a países como Brasil, el espionaje a la presidenta Dilma Rousseff, a la misma canciller Angela Merkel, la profundización de las tácticas y procedimientos de la guerra híbrida también fueron una obra del período del Gobierno demócrata Obama-Biden, la destrucción desmedida, vergonzosa e inhumana de Yemen orquestada por Arabia Saudita en coordinación con el Gobierno Obama-Biden. Es decir, tenemos una cantidad de elementos para analizar, entender o adelantarnos a escenarios de lo que sería una gestión del Partido Demócrata en el poder", apunta Borges Revilla.
¿Qué esperar?
Por todo este historial de los demócratas, son muchos los que dentro y fuera de América Latina se muestran escépticos de un posible cambio en la política exterior estadounidense.
"En América Latina no podemos esperar otra cosa sino agresiones, intentos de dominación, explotación, maltrato, asfixias, cerco y, ahora, con una nueva etapa de profundización del bloqueo no solo a Venezuela, sino a Cuba y, muy probablemente, ahora a Nicaragua y a Bolivia", alerta Borges Revilla.
Sobre China, Poch de Feliu tampoco cree que variará la política estadounidense. Asegura que la tensión con el gigante asiático "va a quedar exactamente igual, es decir, con una enorme virulencia".
"Porque quien está definiendo y va a definir el futuro de esta confrontación es la capacidad que tenga China de establecer nuevas alianzas, no solo en África, no solo en el eje asiático o en el este de Europa, sino en todo el continente europeo y, en una medida, un poco menos dramática, en América Latina. Y ahí podemos entrar en el análisis de ¿por qué Venezuela? porque Venezuela fue el país que inauguró la nueva zona de influencia de China en función de relaciones de beneficio mutuo y, a partir de ahí, se abrieron nuevas perspectivas de asociación de otros países que, probablemente son antagónicos a nuestra postura de principios, por no decir ideológica, pero que de alguna manera ya están consolidando su relación comercial con China y en menor medida con Rusia", agrega Borges Revilla.
"La agresividad hacia Rusia puede incrementarse un poco más. Lo hemos visto todos estos años con la leyenda de la intervención electoral de Rusia en la campaña, la inquina de Hillary Clinton. Todo ese capítulo es bastante ridículo teniendo en cuenta lo que es la intervención extranjera en EEUU, empezando por Israel, continuando con las monarquías del Golfo, Arabia Saudita en primer lugar. En esa línea, pues Rusia está muy por detrás y si ha tenido alguna influencia, porque todos los países influyen, todas las potencias influyen o quieren influir en las elecciones del adversario, la rusa ha sido pequeña, pero ha sido demonizada con una campaña de tipo macartista y ridícula si se tiene en cuenta lo que ha sido la injerencia de EEUU en la política rusa desde los años 90 hasta el día de hoy: financiando propaganda, promocionando candidatos, recordemos los créditos millonarios del FMI a Yeltsin, recordemos cómo muchos decretos de privatización se redactaban en la Casa Blanca, cosas que no tienen parangón ni ningún paralelismo con lo que pueda haber hecho Rusia", sostiene Poch de Feliu.