Esta pregunta tiene una respuesta, puesto que en 1962 fue llevada a cabo la prueba nuclear Starfish Prime, cuyo objetivo fue detonar una bomba atómica a una altura de 400 kilómetros. Esta ha sido la mayor altitud de detonación de una bomba nuclear.
La bomba nuclear, con una potencia de 1,4 megatones —unas 100 veces más que la bomba lanzada sobre la ciudad de Hiroshima— fue lanzada desde un pequeño atolón llamado Johnston y ubicado en el océano Pacífico.
Visualmente, se pudo observar una gigantesca bola de fuego, y también tuvo lugar un potente impulso electromagnético, cuyos efectos se pudieron sentir a una distancia de hasta 1.000 kilómetros.
Dichos impulsos generan una potente sobrecarga de energía, que a su vez puede ocasionar daños a equipos electrónicos. De hecho, durante un cierto periodo de tiempo las farolas, los teléfonos y los televisores dejaron de funcionar en Hawái.
Probablemente otro peligro potencial de una explosión similar sería el hecho de que la bola de fuego podría dañar la vista del que la mire. Al mismo tiempo, al producirse la explosión en el vacío del espacio, donde no hay atmósfera, la destructiva onda expansiva de esta explosión no se produciría.
Por último, cabría esperar un efecto meramente visual: debido a la mezcla de la radiación con el oxígeno y el nitrógeno, se produciría una aurora de larga duración en el lugar de la explosión.