"No podemos hablar en nombre de Mari Cruz porque ella ya no está con nosotros, pero desde el colectivo hemos pensado en dos cosas: que la búsqueda de su hija es una deuda que tenemos como sociedad y que debemos buscar a nuestros desaparecidos o desaparecidas sin que sean parte de nuestra familia o amigos directos. Lo otro es que, al final de cuentas, aunque la muerte de Mari Cruz parezca circunstancial, es producto de la desaparición y la búsqueda durante tanto tiempo, que fue mermando su salud y debilitando su cuerpo"
"Parece que Ciudad de México no está en el mapa de las desapariciones y eso es muy grave. Hay una construcción social y política de este lugar para garantizar su funcionamiento en términos políticos y económicos, por eso esta lucha por la vida que se ha planteado el colectivo es también política, porque estamos disputando sentidos y significados de lo que estamos viendo", agregó.
Un bienestar imposible
Aunque Mari Cruz haya fallecido en plena pandemia causada por la COVID-19, sus compañeros de búsqueda señalan cómo los dos años que pasó exigiendo que la justicia accionara sus mecanismos para devolverle a su niña fueron los que acabaron con su salud emocional y física, que la dejó en una condición de salud inestable.
"La experiencia de la desaparición que tienen las mamás que van buscando a sus hijas e hijos tiene que ver también con las emociones y con procesos psicosociales que van atravesando. Para nosotros es claro que la búsqueda tiene efectos en su salud que son importantes y que pasan desapercibidos en pos de la búsqueda de la justicia jurídica", agregó la fuente.
Para los integrantes del colectivo que han compartido estos años de búsqueda, es claro el deterioro en la salud tanto en el caso de Mari Cruz como de la mayoría de las mujeres que lo integran.
Según denunció su madre desde el comienzo, Sarahí, de 14 años, fue apropiada por un hombre adulto de 45 años que vivía cerca de su casa, a quien había identificado gracias a sus propias investigaciones que entregó a la justicia, junto al mapa completo de complicidad familiar que lo ayudó a concretar este crimen.
Fue tan acertado su aporte de información que incluso su carpeta de investigación fue caratulada por el delito de abuso infantil y corrupción de menores. Sin embargo, no consiguió mover al elefante blanco de la justicia capitalina para que allanara la casa donde la niña estaba cautiva en las primeras semanas de su apropiación.
"Estamos en una sociedad donde el cuerpo de las mujeres y las niñas sigue estando a merced del sistema patriarcal, que permite que un hombre mayor pueda disponer del cuerpo de una niña o una adolescente. Y cuando esto se denunció y fue notificado el delito a tiempo, el sistema abandonó a la madre", agregaron sus compañeras desde la reflexión colectiva realizada en medio del dolor y el duelo.
Su caso, señalan, es paradigmático porque, a diferencia de otras personas desaparecidas en Ciudad de México, en la desaparición de Sarahí se supo desde el primer momento quién había sido su captor. Lo supo su madre que compartió con la justicia los nombres, direcciones, teléfonos, incluso placas de automóvil ligada a los perpetradores. Nunca logró que le hicieran caso, a pesar de haber denunciado previamente el acoso que el hombre hacía sobre la niña.
Sin reparación posible
Hay, desde luego, muchísimas consecuencias cuando una persona es desaparecida. Son tantas y tan profundas, que debe entenderse que es un delito que no tiene reparación posible.
"Hay una traba legal que hemos visto con el colectivo que impide que los procesos avancen cuando no están presentes los familiares directos de la persona. Pero en este caso, mantuvimos una reunión con la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, quien nos garantizó que la búsqueda de Sarahí va a continuar, porque además se trata de una menor de edad", señalaron a Sputnik desde el colectivo Hasta Encontrarlos CDMX.
"Lo que el colectivo está planteando es no dar marcha atrás con la búsqueda y, por otro lado, hemos reflexionado en torno a una frase con la que se está haciendo campaña a nivel nacional que refiere al derecho que tenemos todas y todos de buscar a las personas desaparecidas, sin que necesariamente sean nuestros familiares directos", agregaron.
Pero la consecuencia más grave que emerge de la reflexión del fallecimiento de Mari Cruz, es el inevitable impacto para esa niña, quien además de haber sido arrebatada de su propia familia, perdió la posibilidad de reencontrarse para siempre con su madre.
"Hay algo que tenemos que asumir como sociedad ante un problema tan ominoso y por momentos tan inefable como es la desaparición de una persona: que no hay reparación ni restitución del daño posible", señalaron desde el colectivo.
"¿Qué reparación le puedes dar a una madre que se fue de este mundo sin haber visto realizada la justicia cuando había todos los elementos para que se lograra, a las pocas semanas que desapareció Sarahí? ¿Qué reparación le puedes dar a esa adolescente cuando la encontremos y le digamos que su mamá ya no está, que murió buscándola? No hay reparación posible", concluyeron.