La caída de los precios del crudo en un 31% arrastró a las bolsas del planeta con mucha mayor fuerza que la crisis desatada por el coronavirus y en muchísimo menor tiempo.
Brevemente, Riad vive un fuerte aislamiento internacional, agravado en los últimos años por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en Estambul en octubre de 2018 y por la brutal intervención en la guerra en Yemen, que ha causado una tragedia humanitaria sin precedentes donde 16 millones necesitan asistencia sanitaria urgente.
A esta realidad global debe sumarse la casi permanente crisis interna, con intrigas palaciegas que llevaron a purgas al más alto nivel. El mismo día en que Riad comenzó su guerra petrolera contra Rusia, el 7 de marzo, se difundía que el rey Salman bin Abdulaziz promovía "la detención de varios miembros de la casa real", mientras "se dispararan los rumores sobre el estado de salud del monarca".
Según medios estadounidenses, las detenciones del hermano menor del rey y de su sobrino "fueron atribuidas a una orden del actual príncipe heredero, Mohamed bin Salman, quien funge como jefe de Gobierno de facto del reino".
La tercera cuestión se relaciona directamente con el petróleo. Desde 2014, la monarquía había establecido una alianza con Moscú para defender su cuota de mercado ante el avance del petróleo por fracking de Estados Unidos y Canadá.
En suma, una alianza de conveniencia, ya que el petróleo procedente del fracking estaba llevando a los norteamericanos a aumentar seriamente su cuota de mercado, poniendo en riesgo la hegemonía saudí que data de hace casi 80 años.
La epidemia de coronavirus que está impactando en la economía global y en particular en China, hizo prever a los analistas del mercado, como Goldman Sachs, que los precios del barril se despeñarían en los próximos meses por debajo de los 30 dólares. "Hacía cerca de 30 años, desde 1991, que el precio del petróleo no sufría un descalabro de la magnitud del vivido hoy", escribe la prensa especializada.
Ante esa previsión, los países de la OPEP liderados por Arabia Saudí, propusieron a Rusia una reducción aún mayor del bombeo, estimado en 1.5 millones de barriles diarios. En este punto, los saudíes pretendieron actuar del mismo modo que ante el avance del petróleo del fracking, es decir, con un estilo monárquico autoritario de imponer a sus aliados una determinada política.
La decisión de la monarquía ante la negativa de Rusia fue hundir más aún los precios. El crudo, que estaba en unos 60 dólares a mediados de febrero, cayó a 50 a comienzos de marzo, en gran medida por la previsión de contracción de la economía global y terminó por hundirse hasta 35 este lunes 9.
Los tres mayores productores de petróleo del mundo son Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudí, pero esta viene perdiendo cuota de mercado y aunque tiene margen porque sus precios de producción son menores a los de sus competidores, esa medida puede afectar sobre todo al fracking, que deja de ser rentable con precios muy bajos.
Como señala el español El País, la monarquía parece haber olvidado su fracaso anterior: "A los inversores la situación les recuerda demasiado a 2014, cuando los saudíes abrieron el grifo para tratar de expulsar a parte de los productores de fracking de Texas y el botín obtenido fue mucho menor de lo esperado: quebraron muchas firmas dedicadas a la obtención de crudo por fracturación hidráulica, pero Washington acabó saliendo reforzado como primer productor mundial".
Ahora puede estar sucediendo algo similar. El mismo diario reconoce que las finanzas públicas de Rusia "son suficientemente sólidas como para convivir con los precios actuales". En efecto, Rusia se viene preparando desde hace tiempo para enfrentar eventualidades como las actuales, previendo una escalada de tensiones en el mundo.
Por otro lado, Rusia tiene un mercado de hidrocarburos asegurado. En efecto, el gasoducto Fuerza de Siberia suministra gas al norte de China desde la región de Yakutia, en Siberia.
Según la BBC, el llamado 'acuerdo del siglo' entre el grupo Gazprom de Rusia y la Corporación Nacional de Petróleo de China implicó una inversión de 55.000 millones de dólares.
La impresión es que Rusia está preparada para una situación tensa y difícil como la actual. Con precios muy bajos y un mercado caótico, va a sufrir, pero no será puesta de rodillas como pretende la monarquía saudí. En los últimos años, los aliados de Moscú, como China e Irán, se vienen fortaleciendo pese a las presiones y chantajes.
Mal que nos pese, estamos en guerra. Ganará quien tenga mayor resistencia, porque se trata de una carrera de largo aliento.