Si bien el motivo oficial por el que Rusia no quiere prolongar la vigencia del acuerdo con la OPEP se desconoce, varios medios rusos informaron de que el país no quiere seguir reduciendo más su producción de petróleo.
¡Basta con la reducción!
A partir del 1 de abril, el aumento de la extracción de crudo dependerá únicamente de los planes de las empresas rusas, comunicó el ministro de Energía de Rusia, Alexandr Novak, tras haber celebrado unas negociaciones muy tensas con los países que forman parte del cartel.
Leonid Fedun, copropietario del gigante petrolero ruso Lukoil, estimó que la negativa de Rusia le podría costar al país entre 100 millones y 150 millones de dólares al día. El empresario explicó que la nación, que exporta diariamente unos cinco millones de barriles de petróleo, puede sufrir esas pérdidas por el posible desplome de precios hasta los 40 dólares por barril.
¿Por qué las restricciones no ayudan al mercado?
A pesar de que el rechazo de Rusia parezca contraproducente, no hay nada sorprendente en la decisión de Moscú. La situación en el mercado petrolero sigue siendo extremadamente inestable a nivel mundial. El acuerdo sobre la reducción de la extracción de petróleo, vigente desde 2017, ya no se percibe como "una pastilla mágica" para el mercado. Con el paso de los años sus efectos secundarios se hicieron cada vez más evidentes, considera el politólogo ruso Leonid Krutakov, de la Universidad Financiera ante el Gobierno de Rusia.
Esto sucede al tiempo que otros países, y EEUU en primer lugar, incrementan activamente la producción de petróleo. Sus actividades han desequilibrado la demanda y la oferta en el mercado petrolero mundial. A su vez, Rusia ha ido postergando su salida del acuerdo de la OPEP. Y este ha sido considerado "una espina en la garganta" para sus petroleras Gazprom Neft y Rosneft, dos gigantes que desarrollan activamente nuevos proyectos. El acuerdo contribuyó a que las compañías rusas aplazasen la puesta en marcha de varios yacimientos petroleros.
Así es el desequilibrio petrolero
La devoción que ha mostrado Rusia por las demandas de la OPEP resulta injusta si se tiene en cuenta el hecho de que, desde el 2007, su producción petrolera ha crecido tan solo un 10%, mientras que la de países como EEUU, Brasil e Irak ha aumentado un 87%, 50% y 111% respectivamente, resalta el politólogo. Por si fuera poco, los importadores de crudo pasaron de consumir petróleo ruso a hacer uso de otras marcas, y comenzaron a reestructurar sus cadenas de suministro. Si bien en 1990 el crudo ruso se atribuía el 16,3% del mercado, ahora ocupa tan solo un 12%, afirma el autor del artículo.
"El suministro de crudo procedente de varias fuentes —desde los proyectos de esquisto desarrollados en EEUU hasta los nuevo descubrimientos cerca de las costas de Brasil y las del continente africano— ha sido tan abundante, que incluso las interrupciones prolongadas por los miembros de la OPEP causan un efecto débil sobre los precios. Si bien los países como Irán, Venezuela y Libia dejaron de exportar su crudo y los conflictos siguieron produciéndose en las zonas productoras de petróleo, el precio de los futuros volvió a bajar tras dispararse de vez en cuando", concluyó.