Si hay un tabú en Francia que desde hace más de 30 años frena la discusión abierta y racional entre partidos, medios de comunicación, sindicatos y organizaciones no gubernamentales es el de la inmigración.
El presidente francés ha sorprendido hasta a sus propias filas con una declaración de intenciones que parece querer destapar la tapa de la olla que retenía los temores y el enfado de la mayoría de los franceses que, en todas las encuestas de opinión llevadas a cabo desde hace lustros, se muestran partidarios de regular la entrada de refugiados y de emigrantes en su país.
Los burgueses no viven con los inmigrantes
"No son los burgueses los que tienen un problema con los inmigrantes, pues no se cruzan con ellos. Son las clases populares las que viven con ellos". Con estas palabras, —más propias de la retórica marxista— anunciaba Macron su intención de abordar el problema ignorado o utilizado solo electoralmente por alguno de sus antecesores, como el conservador Nicolas Sarkozy, que no tradujo en actos sus discursos sobre el asunto.
Las tropas macronianas siguen desarrollando la tesis "nacionalpopulistas" del jefe del Elíseo, con argumentos hasta ahora solo en boca de ciudadanos o políticos que eran sistemáticamente acusados de defender ideas de extrema derecha. Así, el diputado de La República en Marcha LReM), Didier Guillaume insistía: "¿A quién le queman los coches? ¿Quién vive en barrios donde se desarrolla el tráfico de drogas? No son los ricos, ni los ministros o diputados; son los pobres, los trabajadores pobres y los que viven gracias a la ayuda económica pública".
Emmanuel Macron, hasta el momento, había repetido el discurso "buenista" que ahora denuncia. En declaraciones que la prensa desempolva estos días, se recuerda su antiguo convencimiento de que "la emigración es una fuente de riqueza", o que "los refugiados son una fuerza" (para el país), e, incluso, que "la inmigración no debe inquietar a la población".
El discurso actual es muy diferente: "No tenemos derecho a no mirar este problema de frente"; "pretendiendo ser humanista a veces se es demasiado laxo"; "hay una cierta soberbia de la izquierda para no abordar este problema".
Además, de las frases escogidas, el presidente francés ha subrayado que "mientras la inmigración en Europa se ha dividido por cinco desde 2015, en Francia ha aumentado en un 50%".
Francia, paraíso social para inmigrantes
El problema, además, es que las cifras oficiales no son exactas, como denuncian investigadores, digamos, neutrales. A pesar de todo, las conocidas son espectaculares. En 2018 se concedieron 255.000 permisos de residencia. De las 100.000 personas cuya demanda de asilo fue denegada en un año, solo un 15% abandonó suelo francés.
La ayuda económica personalizada para cada asilado supone un gasto total de 500 millones de euros al año. La cifra dedicada a los menores no acompañados (40.000 según las últimas cifras) es de 2.000 millones de euros. Cada persona acompañada fuera del territorio moviliza un gasto de 14.000 euros.
La ceguera de la izquierda
La izquierda, la mayoría de los medios de comunicación, la mayoría también de los "expertos" universitarios a los que esos medios dan la palabra en exclusiva, deberán adaptar su discurso al cambio del presidente. Pero poco se puede esperar de una izquierda dividida y sin fuerza para hacer valer sus ideas. Y sobre inmigración, menos.
Bouvet, que ha denunciado siempre "la ceguera de la izquierda sobre la inmigración y todo lo que concierne a la identidad colectiva", dice que el argumento de "hacer el juego del FN" se convirtió en un anatema para descalificar al que sugería entrar en el debate. "Ello explica en parte —recalca— "el fracaso histórico de la izquierda en los últimos años".
Por su parte, Marine Le Pen propone la celebración de un referéndum sobre la cuestión con preguntas claras y precisas: Sí o no al derecho de suelo (que concede la nacionalidad francesa a cualquier niño nacido en territorio francés); sí o no al reagrupamiento familiar (que permite traer a Francia a toda la familia de cada persona con permiso de residencia); sí o no al control de fronteras.
La Asamblea celebrará un debate sobre inmigración a partir del 30 de septiembre. Será el momento de comprobar si el nuevo discurso de Emmanuel Macron se traduce en hechos.