Cada vez que Don Goyo fuma, sus vecinos sienten miedo. Saben que tras el humo vendrán la tos y la bilis. Y cuando esto ocurre tiemblan los propios cimientos de la tierra.
A escasos 12 kilómetros del coloso se encuentra Santiago Xalitzintla, el pueblo más cercano a su base.
"Estamos acostumbrados, es un vecino y un amigo. Lo vemos todos los días. Somos testigos de sus explosiones, de sus fumarolas y de su lava. Lo vemos todo, y siempre estamos pendientes de él en las noticias", dijo a Sputnik Juana de la Cruz Sevilla, una mujer de 45 años que atiende un kiosco aquí.
Por la mañana del 28 de marzo pasado, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) registró 138 exhalaciones acompañadas de vapor de agua, gases volcánicos y bajo contenido de ceniza. Una de las erupciones duró 14 minutos y generó una columna de 800 metros de ceniza, que se dispersó al sureste.

"Escuché y sentí sus tronidos, da miedo. Tiembla y después explota y cae ceniza o arenita", explicó Juana, madre de dos. Su familia vive cerca del volcán. Ese día sintieron como que alguien empujó la puerta de su casa, al salir a ver qué ocurría entendieron que de qué trataba.
No es fácil convivir con Popocatépetl, cuyos límites se encuentran entre los estados de Morelos, Puebla y Estado de México. Su propio nombre, que en náhuatl significa monte que humea, lo deja claro.
Tras una gran erupción a mediados del siglo XX el gigante despertó y ya nunca más se fue a dormir. En 1994 una explosión produjo gas y cenizas. La última erupción violenta fue en el 2000, miles de personas fueron evacuadas.

En 2005 hubo otra explosión que provocó una columna de humo y cenizas de tres kilómetros de altura y la expulsión de lava. En 2011, el Popocatépetl emitió grandes fumarolas y un gran estallido hizo temblar la tierra. Al año siguiente lanzó vapor de agua y cenizas. Más tarde ese año volvió a asustar a sus vecinos y las autoridades elevaron la alerta a Amarillo fase 3.
En 2013, el gigante arrojó fragmentos incandescentes a 800 metros de su cráter, y en enero de este año lo volvió a hacer. La explosión se sintió en las zonas aledañas. Entre el 9 y el 18 de febrero, expulsó material ardiente y sus cenizas alcanzaron a Puebla y Tlaxcala.
Pero de promesas oníricas María Teresa no sabe nada. "Voy a dormir con la incógnita de si amanezco o no amanezco. Confiamos en el señor. Si nos toca, qué le podemos hacer. Correr no podemos correr, y las salidas [de evacuación] son muy estrechas. Creo que en un evento fuerte no vamos a poder hacer nada", opinó con pesadez.

Cuenta la leyenda que el corazón de la hermosa princesa mexica Mixtli, hija de emperador Tizoc, pertenecía al guerrero Popoca, quien marchó a la guerra con la promesa de que su amor lo esperaría. Pasaron los años y el guerrero no volvió. La princesa soñó que su amante había muerto en batalla y se quitó la vida.
Por estos días el amor del coloso cubre los cielos de un denso color gris, allí permanece oculto, tras su propia cortina de humo, y mantiene en vilo a sus vecinos. "Vimos la erupción de hace unos días, sacó mucha lumbre y rocas. Vibraron las casas, las ventanas y las puertas. Estamos inquietos. Si llegara a pasar algo espero que tengamos tiempo de irnos. Dios quiera que no pase nada", dijo Salin Ramírez Casas, de 27 años, del pueblo aledaño San Nicolás de los Ranchos, que junto a su familia se acerca a Xalitzintla a vender frutas y verduras.
La actividad del volcán no sólo pone en riesgo la vida de los pobladores, también afecta sus medios de subsistencia. "Tenemos que acercarnos hasta aquí para vender nuestros productos. Sabemos que corremos riesgos, pero es nuestro trabajo. Con la actividad del Popo se pone un poco más difícil, la gente tiene miedo y se salen del pueblo. Las ventas caen", explicó.

Dentro de una de las combis, una familia se dirigía a un cumpleaños de 15. Es que a pesar del estado de ánimo del Popo, siempre hay motivos para celebrar. La vida continúa.