Stoltenberg no podía evitar en su reciente visita a Belgrado volver a referirse a la operación 'Fuerza Aliada' que la OTAN llevó a cabo en 1999, contraviniendo todas las convenciones internacionales y sin la autorización de la ONU.
Casi 20 años y una capa de silencio entre los responsables políticos y mediáticos de los países que participaron en la ofensiva no pueden hacer olvidar en Serbia las consecuencias del primer conflicto provocado en Europa después de la Segunda Guerra Mundial.
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A los miles de muertos "necesarios" para poder "liberarlos" de Slobodan Milosevic, hay que añadir los más de 10.000 heridos, muchos de los cuales siguen hoy haciendo frente a las enfermedades provocadas por el uso de armas químicas sobre territorio serbio. Ese polvo amarillo, esas sustancias en forma de piedras cristalinas que los testigos presentaron en su día, transmitieron el cáncer a cientos de personas que continúan luchando en los tribunales internacionales para que su condición sea reconocida.
La operación 'Fuerza Aliada' fue también un ejemplo de campaña de propaganda coordinada entre Washington y sus aliados europeos en la OTAN.
La Alianza Atlántica estaba comandada, recordemos, por el socialista español, Javier Solana. Londres, París y Berlín construyeron lo que hoy se llama un relato que desde el inicio hasta el final comprendía lo que actualmente se conoce como noticias falsas, aunque se escribe en inglés.
Armas químicas y noticias tóxicas
Difícil es ser acusado de inventar teorías conspirativas cuando tenemos a personajes como Henry Kissinger, quien confesó a la prensa británica, en el mismo año 1999, que el llamado acuerdo de Rambouillet, en teoría un plan de paz entre serbios y kosovares, fue una "provocación a la parte serbia para justificar los bombardeos".

Y así fue; pues el apartado militar del acuerdo fue ocultado a la opinión pública europea, a la que se explicó simplemente que Belgrado rechazaba un plan que en realidad estipulaba una ocupación pura y simple de la, en ese momento, República Federal de Yugoslavia, donde no solo las fuerzas militares de la OTAN podrían moverse libremente, sino que, además, estarían por encima de las leyes soberanas locales. Evidentemente, el proyecto estaba escrito para obligar a Belgrado a no firmarlo.
El ministro alemán de Defensa en ese gobierno, Rudolf Scharping, necesitó también construir una campaña de intoxicación para justificar su colaboración en el lanzamiento de bombas sobre lo que quedaba de Yugoslavia. El llamado plan 'Caballo de Hierro', pergeñado por el agit-prop de la Bundeswehr, aseguraba que las tropas de Milosevic preparaban una masiva limpieza étnica de kosovares en la entonces provincia serbia.
Además: "Serbia hubiera evitado los bombardeos en 1999 de tener armas modernas"
En un libro publicado en Alemania un año después de los bombardeos, un general de brigada alemán, Heinz Loquai, escribió que el plan 'Caballo de Hierro' fue inventado simplemente para justificar la participación alemana en la guerra.
Otro socialdemócrata, a la manera británica, Tony Blair, quien puso al servicio de la OTAN a su equipo de propaganda, prometía que "Milosevic y su genocidio horrible será derrotado".
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En Francia, el presidente Jacques Chirac y su jefe de gobierno, el socialista Lionel Jospin, lo tuvieron más fácil. La intoxicación es mucho más sencilla en este país, donde los periodistas sirven de fácil correa de transmisión de los dirigentes y cuya agencia estatal de prensa, France Presse, utiliza su monopolio para transmitir a los medios los mensajes oficiales bajo la apariencia de la independencia y la objetividad.
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Y quien en Francia osara poner en duda el discurso oficial era tratado ipso facto de "revisionista", como le ocurrió a Regis Debray y a otros casos aislados dentro del periodismo.
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Entre las maniobras de lavado de cerebro a la opinión pública europea pasará también a la historia la falsa matanza de ciudadanos kosovares en Racak, en la que colaboraron también expertos de la Unión Europea, cuyo informe final "se perdió", quizá, entre las toneladas de papeles que deglute la burocracia europea.
Sin OTAN no hay UE
La exprovincia serbia de Kosovo, cuya independencia sigue siendo no reconocida por países europeos como Grecia, Chipre, Rumania, Eslovaquia y España, tiene prometido también su entrada en la organización militar. De hecho, Kosovo es ya una base militar norteamericana en el patio trasero de Europa.
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A Serbia se le hace ver que será rodeada por miembros de la OTAN y su postura de neutralidad será cada día menos soportable.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK