Haddad es hijo de inmigrantes libaneses y se crio en un ambiente de clase media urbana de Sao Paulo (sur).
Su trayectoria está estrechamente ligada al mundo de la formación: en 2005 el entonces presidente Lula lo nombró ministro de Educación, cargo en el que estaría hasta 2012, ya en el Gobierno de Dilma Rousseff, también del PT.
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Haddad fue uno de los ministros más duraderos e importantes de los gobiernos del PT, según palabras del propio expresidente que, con sus cartas y mensajes desde la cárcel, intenta reforzar a su sucesor.
A lo largo de su gestión ministerial, el porcentaje de inversión pública que Brasil destinaba a educación pasó del 3,9% al 5,1% del Producto Interno Bruto (PIB).
En 2012, Haddad se postuló para gobernar la alcaldía de Sao Paulo, una plaza difícil por ser de tradición conservadora, y ganó por un amplio margen.
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Su mandato se caracterizó por las políticas sociales, el impulso al transporte en bicicleta y las trabas al vehículo privado, lo que le granjeó aplausos entre especialistas en urbanismo y ambiente, pero también fuertes críticas vecinales.
Su popularidad fue cayendo al mismo ritmo que la del PT a nivel nacional, cada vez más afectado por los escándalos de corrupción, la crisis económica y los prolegómenos del proceso de juicio político contra la entonces presidenta Rousseff (2011-2016).
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En las elecciones municipales de 2016 Haddad sufrió una dura derrota y, aunque dejó la primera línea de la vida pública, siguió siendo una figura destacada en el PT.
La cercanía entre Lula y Haddad es total; el candidato visita al expresidente semanalmente en la cárcel de Curitiba (sur) donde está preso y desde donde se dirigen los rumbos de la campaña.
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A pesar de la conexión, las diferencias entre ambos saltan a la vista: Haddad no tiene ni el carisma ni la oratoria de Lula que emociona a las masas, sino un perfil académico más templado y comedido.
No en vano la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, aseguró que la prioridad no era calmar al mercado financiero, sino que Haddad "se diera un baño de pueblo".
Acercarlo al electorado más pobre y menos alfabetizado, el más fiel al expresidente Lula, ha sido uno de los retos de su campaña, ya que es relativamente poco conocido en la región nordeste, la de menor renta de Brasil y donde el PT suele cosechar mejores resultados.
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En sus mítines junto a simpatizantes, Haddad apela continuamente a los años de Lula, siguiendo el eslogan de "Brasil feliz de nuevo".
Los rivales de Haddad lo acusan de ser un títere de Lula y los analistas coinciden en que tendrá que distanciarse de su mentor si quiere llegar a la presidencia.
En un eventual escenario de segunda vuelta con Bolsonaro contra Haddad, los dos tendrán que luchar por conquistar a los electores de centro y centroderecha indecisos.
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Transmitir una imagen más moderada para conquistar al máximo número de electores será el gran desafío de Haddad, sobre todo después de semanas pegado a la imagen de Lula para garantizarse la transferencia de votos.