La oposición política en París y Londres no aplaude la colaboración de su país con su aliado norteamericano. Que los parlamentarios de ambos países no hayan sido consultados puede ser comprensible desde el punto de vista del secreto militar, pero la opinión pública puede sentirse desorientada cuando sus tropas son utilizadas sin el aval de la Organización de Naciones Unidas, y cuando las pruebas sobre el supuesto ataque con armas químicas por parte de Damasco no han sido mostradas, a pesar de que se asegure lo contrario.
El ataque de la madrugada del 14 de abril sobre tres objetivos en territorio sirio provocó la euforia del inquilino de la Casa Blanca, pero las explicaciones de sus homólogos británico y francés fueron más comedidas.
El presidente Emmanuel Macron, tras justificar la participación de Francia en la operación militar, explicó que la finalidad de la acción es buscar una solución política al futuro de Siria. París quiso dejar bien claro que la finalidad del ataque no era declarar la guerra al gobierno sirio, y se esforzó por insistir sobre los límites y la "proporcionalidad" de los bombardeos.
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Emmanuel Macron visitará Washington poco más de una semana después de su participación militar junto a británicos y norteamericanos. En la Casa Blanca deberá aclarar con su anfitrión si fue él quien persuadió a Donald Trump de no retirar sus tropas de Siria, tal y como el presidente norteamericano había anunciado pocos días antes de enviar sus misiles sobre ese país.
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El Jefe del Estado francés, que se estrena en campañas militares "limitadas", estará en Rusia en mayo. En su segundo cara a cara oficial con el presidente Vladímir Putin ya habrá un serio punto de desacuerdo basado en hechos.
Francia, Reino Unidos y Estados Unidos han dado su particular zapatazo sobre el tablero internacional invocando un deber de injerencia humanitario que no existe sobre ningún tratado internacional. El uso de armas químicas no parece que vaya a desaparecer definitivamente del planeta, sea quien sea su productor y su utilizador.
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Apaciguar la angustia de cierta opinión pública occidental ante las imágenes de niños en trance de sufrir los efectos de esas armas no parece que vaya a facilitar sin embargo un arreglo diplomático sobre el futuro de Siria.
Es difícil de creer que el ataque sobre objetivos sirios pueda contribuir a restar apoyo ruso al gobierno de Damasco. Es ilusorio pensar que Teherán vaya a reconsiderar su política regional con amenazas.
La incongruencia de la política norteamericana hacia Oriente Medio no puede quedar velada entre la humareda levantada por los misiles. El Presidente Trump quería retirar a sus tropas de territorio sirio y dijo que Estados Unidos no podía resolver los problemas de esa región. El propio Emmanuel Macron se atribuye el cambio de idea del inquilino del despacho oval.
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Trump parecía decidido a atacar también objetivos rusos e iraníes en Siria. Sus expertos militares, se asegura, le convencieron de evitar males mayores. Londres acompaña a franceses y norteamericanos en su operación sobre Siria y admite, que ello no contribuirá a cambiar las cosas en ese país.
Avanzar hacia un acuerdo utilizando bombardeos sobre territorio sirio, como pretende París, no parece que pueda sentar una base eficaz para el diálogo.
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Negociar un alto el fuego entre las fuerzas del gobierno de Damasco y sus opositores es, cuando menos, ingenuo, y más aún cuando se preparan batallas importantes como la que se dará en la provincia de Idlib y otras zonas.
El futuro de Siria no parece pues más despejado tras la operación militar occidental del 14 de abril. Las esperanzas sobre un futuro político negociado tampoco parecen haber aumentado. Como la propia oposición política reconoce, nada ha cambiado sobre el terreno. Salvo la confirmación de que las potencias occidentales no juegan un papel decisivo en el conflicto.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK