La Casa Blanca se está convirtiendo a marchas forzadas en una suerte de Corte de los Milagros en versión moderna. Aquel era un barrio parisino habitado en el siglo XVII por vagabundos de todo pelaje que se hacían pasar por enfermos y tullidos para pedir limosna. Sin embargo, por la noche todos ellos se curaban como "por milagro". El dramaturgo español Ramón María del Valle-Inclán, creador del esperpento, empleó ese término para dar título a una novela publicada en 1927 donde narraba las conspiraciones, tramas y revueltas que ocurrían en la corte de la reina Isabel II.
El depuesto canciller estadounidense ha durado en el cargo 14 meses, pero ya en noviembre pasado los analistas auguraban su caída por sus abiertas desavenencias con el presidente en temas tan cruciales como el acuerdo nuclear con Irán. En octubre se filtró a la prensa que en una reunión había llamado "imbécil" a Trump. Desde entonces, con su nombre siempre en el disparadero, estaba siendo desautorizado sin piedad por su jefe. La última vez cuando Trump dijo que sí al tête-à-tête con Kim Jong-un, el líder de Corea del Norte, sin consultarle previamente.
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Tillerson, que procedía del sector energético, supo que había sido despedido el martes 13 de marzo por la mañana cuando un asesor suyo le mostró el tuit de Trump que anunciaba su relevo a los cuatro vientos. Aunque el cesado ya había recibido un preaviso de que algo así de grave podía ocurrirle muy pronto: el viernes anterior [9 de marzo] el jefe de Gabinete de la Casa Blanca, John F. Kelly, le llamó para decirle que acortara su gira diplomática por África y le adelantó que podría "tener un tuit".
El despido, no obstante, cogió por sorpresa a más de uno. Un día antes de producirse, un portavoz de la Casa Blanca regañó a un periodista que había sugerido que existían divergencias entre Tillerson y Trump tras sus comentarios dispares a propósito de la presunta responsabilidad rusa sobre un ataque con un agente químico en el Reino Unido.
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¿Por qué precisamente ahora se ejecuta el abrupto relevo de Tillerson? Principalmente por el dossier norcoreano. Trump resolvió cambiar de equipo y formar uno mucho más leal y fiel de cara a las trascendentales negociaciones con Kim, con quien tiene planeado reunirse en dos meses. Está gestando un equipo de colaboradores/admiradores a su medida, que no le contradiga para nada y sólo confirme y aplauda sus actos. Gente que no le cuestione decisiones muy controvertidas como la imposición de aranceles a las importaciones de acero y aluminio, aunque eso desate una guerra comercial global.
"He conocido a mucha gente muy bien durante el año pasado y estoy realmente en un punto en el que nos estamos acercando mucho a tener el gabinete y otras cosas que quiero", manifestó Trump el mismo día martes 13.
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La imagen de inestabilidad que trasmite la Administración Trump se ha hecho más que patente. Una prueba de ello es que la líder de la oposición demócrata en la Cámara de Representantes, la congresista Nancy Pelosi, subrayó que, tras el cese de Tillerson, la credibilidad del secretario de Estado norteamericano en la arena internacional ha disminuido considerablemente porque se ha convertido en "una persona que puede estar aquí ahora e irse mañana".
Por supuesto, Trump no comparte esa opinión y dice que en la Casa Blanca no hay caos sino una "gran energía".
Pero lo cierto es que ya en diciembre, Trump había batido el récord de salidas en un equipo de gobierno durante el primer año de la administración, una marca que ostentaba hasta entonces Ronald Reagan, con una tasa de reemplazo del 17% en 1981. La de Trump, a finales de 2017, era ya del 34%. Ahora se sitúa en torno al 43%.
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Pompeo será remplazado al frente de los servicios secretos por Gina Haspel, una veterana oficial de Inteligencia que un año después de los ataques de 11 de Septiembre fue enviada como supervisora de una cárcel secreta en Tailandia, donde era habitual torturar a los sospechosos de la organización terrorista Al Qaeda.
Tanto la candidatura de Pompeo como la de Haspel deben ser confirmadas por la mayoría del Senado, donde se prevé un encendido debate sobre la conveniencia o no de estos nombramientos que van a hacer posible la entrada en el Gobierno de Trump de personas mucho más sectarias y conservadoras.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK