Se llama Raquel. Tiene 35 años y es de Barcelona. Ocupa un puesto importante "en una gran empresa de cosmética" y mira al independentismo de reojo y con cinismo. Reconoce a Sputnik que logró evitar la crisis sin problemas "a pesar de que los ingresos bajaron durante un tiempo".
"El 1 de octubre no votaré", dice. Está segura de que "lo que pase después de que gane el sí no será bueno", y repite que el referéndum es ilegal. Dice a Sputnik que cualquier cambio imprevisible afecta a los negocios negativamente y, por tanto, conviene evitarlo.
"La incertidumbre y las cuentas no se llevan bien, así que en los negocios a veces más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer", se ríe.
Durante los últimos cuatro años ha ido 'saltando' de un trabajo a otro aun siendo titulado universitario. Todos temporales, de no más de tres meses, y todos mal remunerados.
Vive en el barrio de Nou Barris compartiendo piso con tres amigos.
Reconoce que "no tiene mucho que perder" el 1 de octubre votando a favor de la independencia y no está de acuerdo con la afirmación de alguien que está montado en el dólar. Para él, la independencia no es tanto una cuestión de identidad como de pragmatismo.
Y es que Oriol votará con la esperanza de que la situación laboral mejore en una Cataluña que pueda administrar mejor los impuestos. "A peor no creo que vaya".
"El 50% de la actividad comercial de la empresa se desarrolla en Madrid, el 50% en Barcelona, el 60% de su facturación se hace en la capital y el 40% en Cataluña. Sería un golpe muy fuerte para nosotros si nos fuésemos", responde la empresaria cuando le preguntan por qué tiene miedo de que Cataluña se separe de España.
A sus 35 años, reconoce que tiene la vida resuelta, y no quiere cambios radicales. ¿Qué pasará si, siendo Cataluña independiente, España pone trabas al comercio? Está claro que España no facilitará las cosas a Cataluña, dice. "Tampoco en la Unión Europea".
Vídeo: Manifestantes se reúnen en contra del referéndum en Barcelona
Dice que vive "en la zona alta de Barcelona", en el barrio de Sarrià —uno de los menos accesibles económicamente—, que cobra lo suficiente como para permitirse "un ático y algunos caprichos" y que donde vive, la independencia no está en boca de nadie.
"Eso de las manifestaciones independentistas solo aparece en el centro de Barcelona. Lejos del centro esas cosas no pasan", argumenta, y lo explica "porque hay muchos catalanes que se han hecho independentistas de la noche a la mañana sin reflexionar sobre las consecuencias".
"Prefiero no meterme en política. No creo que ni mi trabajo ni mis ingresos dependan de quién está [en el Gobierno catalán]", dice. Aunque alerta de que muchas empresas "ya se están largando de Cataluña" por miedo.
Pero Oriol, el vecino de Nou Barris, asegura que lo que se está viviendo "es una campaña del miedo".
"Dicen que las empresas se irán, que saldremos de la Unión Europea, que pondrán aranceles, que seremos más pobres. ¿Qué más nos puede pasar? ¿Qué pasa, que voy a pasar de cobrar 700 euros a 600 euros? Lo que puedo ganar es más de lo que puedo llegar a perder", sentencia. Para él, una Cataluña independiente puede ser motivo de ilusión.
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Y es que una posible independencia de Cataluña no responde únicamente a cuestiones culturales e históricas. Como Raquel y como Oriol, muchos miran a esta comunidad autónoma con la cabeza y no con el corazón. Los ingresos, en esta cuestión, también contarán el 1 de octubre.