A menos que el Congreso impulse una reforma migratoria, la medida deja a casi 800.000 jóvenes en riesgo de ser deportados. Para Brenda Solkez, cofundadora de la organización comunitaria Fuerza Unida en Resistencia de Inmigrantes en Acción (FURIA), un grupo conformado por mujeres inmigrantes, se trata de una "medida antiinmigrante", pero sostiene que no empezó con Donald Trump, sino con su antecesor, Barack Obama.
"Fue durante su Administración que se comenzó a criminalizar al inmigrante. Si bien él aprobó DACA, esta no fue una protección completa", dijo a Sputnik Solkez, migrante mexicana que reside en Pensilvania.
"Algunos lo defienden porque les dio un permiso de trabajo y un seguro social, pero no era una forma de obtener una residencia. Por el contrario, se establecieron prioridades de deportación y se creó una máquina de deportación masiva", agregó.
En diálogo con Sputnik, María Ibarra, una dreamer mexicana de 24 años que lleva 16 años en Estados Unidos, dijo que el actual es un momento de "mucha incertidumbre". María cruzó la frontera con su madre y tres hermanos cuando tenía ocho años.
Su familia vino desde de Durango, México. Su madre, una mamá soltera, entendió que en su país no había futuro para ella ni sus hijos. Así fue que una mañana de septiembre de 2001, mientras María se preparaba para ir a la escuela, le dijo a ella y sus hermanos que dejaban su casa. Cruzaron el Río Grande, una de las fronteras naturales entre México y Estados Unidos y se instalaron en la zona fronteriza, en Texas.
En la vida de un indocumentado ese margen de poco más de un año puede parecer una eternidad. Estas personas están acostumbradas a sentir la respiración de las fuerzas de migración en la nuca. Sin embargo, no todos los inmigrantes están tan holgados. Y esa realidad también ejerce un componente de angustia en la vida de María.
"Ahorita estoy pensando en hacer mi tarea y lo que voy a tener que hacer dentro de un año. No tengo planes de regresar a México, ese no es mi hogar. Crecí aquí, un país que me dio grandes oportunidades. Espero que no tengan que sacarme a la fuerza. Cada día que pasa es uno menos en este país y uno más de inseguridad", dijo a Sputnik María, quien eligió su carrera para poder ayudar a otros en su misma situación.
Los indocumentados son personas con cicatrices emocionales causadas por la incertidumbre. "Si un día tu mamá no te responde el teléfono te asustas porque piensas que quizás haya sido deportada, o si tu hermano no volvió a casa tal vez haya sido detenido y está en camino a un país que no conoce. Si nos para un policía por una infracción de tránsito quizás nos cambie la vida para siempre", indicó María, quien pagó toda su vida un seguro social que nunca recibió, e impuestos por los que nunca vio contraprestaciones. "Este modo de vida produce traumas en la mente", agregó.
"Aquí la fuerza de migración, Immigration and Customs Enforcement (ICE), está aterrorizando a nuestra comunidad. Van a las escuelas, persiguen a las personas por la calle, golpean las puertas buscando arrestar ilegales", acusó.
Parte de la campaña de presidencia de Trump se basó en catalogar a los inmigrantes como criminales que vienen a quitar el trabajo a los estadounidenses. Sin embargo la historia de la madre de María, como la de tantos otros extranjeros se enmarca en una realidad distinta.
Desde la perspectiva de María, las personas que apoyan esta medida "se olvidan" que los DACA son las enfermeras que cuidan a sus ancianos, los que enseñan a sus hijos, los que se encargan de que haya alimentos, son sus vecinos y sus amigos. Al echarlos, alega, Estados Unidos está desperdiciando una "gran ventaja". Y puede que tenga razón. Si las cuestiones humanitarias no son argumento convincente, los fríos números quizás lo sean.
Según estimaciones del Center for American Progress, la eliminación de DACA podría deportar unos 685.000 trabajadores, lo que podría significar un déficit de 460.300 millones de dólares en el producto bruto interno de Estados Unidos en los próximos 10 años.
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Por su parte, María seguirá ayudando a los inmigrantes más vulnerables para "mejorar la vida de las personas marginalizadas", al menos hasta enero de 2019, cuando tendrá que ver si se marcha o se queda en el país que ama. "Me he encontrado con muchos ángeles en mi vida que me han enseñado que aunque yo no tenga documentos eso no define quién soy", concluyó.