Después de dos intensos días de encuentros en Moscú, el presidente chino Xi Jinping y su homólogo ruso Vladímir Putin han suscrito una importante declaración conjunta que refleja el magnífico estado de salud en que se encuentra la alianza estratégica sino-rusa, una alianza que está pasando en gran parte desapercibida en Occidente y que se ha visto favorecida por la política errática y ruda del presidente norteamericano en la esfera internacional.
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Los dos gobiernos también han expresado su firme y fuerte oposición a la instalación en Corea del Sur, por parte de Estados Unidos, del sistema antimisiles THAAD, pues consideran que eso supone un "serio daño a los intereses estratégicos de seguridad de los Estados regionales, incluida Rusia y China". Quieren que se desmantele y se interrumpa su desarrollo.
El test del Hwasong-14 representa todo un reto para Donald Trump quien tuiteó a principios de enero que como comandante en jefe no toleraría el diseño de un misil capaz de llegar hasta territorio de EEUU. Si no se detuvieran las pruebas de desarrollo del mencionado proyectil, éste podría alcanzar las costas de Alaska en un hipotético ataque. El riesgo no radica en que el líder Kim Jong-un lance un golpe preventivo contra Estados Unidos pues ese paso equivaldría a su suicidio. Pero sólo la mera eventualidad se presenta como una amenaza.
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También podría ordenar ataques militares preventivos para destruir las instalaciones de misiles norcoreanos, pero esa drástica medida desataría una incontrolada respuesta del adversario. Los proyectiles de las piezas de artillería situadas al norte de la Zona Desmilitarizada llegarían sin problemas a la capital de Corea del Sur, Seúl, una urbe de unos 10 millones de habitantes.
Finalmente, la tercera opción sería negociar. El nuevo presidente surcoreano Moon Jae-in ya le ha pedido que lo haga, basándose en la premisa de la "doble moratoria" lanzada por China y apoyada por Rusia. Sin embargo, esa posibilidad supondría una retirada militar táctica en esa complicada área del Pacífico, frenando así la libertad de movimiento de los buques de la US Navy. Esa solución no sentaría nada bien a los sectores más duros del Pentágono. Y tampoco se ajustaría al carácter bravucón de Trump.
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Buena prueba de esta sintonía y fluidez es el hecho de que Putin concedió a Xi la Orden de San Andrés el Apóstol, la más alta distinción estatal de la Federación Rusa. Desde que la Orden, que data de la época zarista, fuera recuperada en 1998 por Boris Yeltsin, sólo 17 personas han tenido el honor de recibirla y todas ellas eran personalidades rusas o soviéticas. Hasta ahora.
En una ocurrente metáfora de lo que está ocurriendo, un veterano analista político británico escribía que "el gigante China-Rusia está empezando a moverse. Y como si fuera la víctima de una tira cómica que tiene los pies atados a las vías, Trump se encuentra directamente en su camino". Veremos cómo termina esa historia.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK