"Las autoridades nunca quisieron investigar, obviamente había funcionarios de Pemex y militares cómplices de los delincuentes", dijo Aguilar, quien ocupó entre 2004 y 2005 el cargo de director corporativo de administración de Pemex.
"El resultado reveló que los ladrones sabían dónde y cómo se distribuye el combustible de Pemex por las redes de oleoductos, que sirven a la distribución de distintos productos, mediante sistemas de limpieza que permiten el flujo", explicó Aguilar.
Lo sorprendente fue el nivel de complicidad, observó.
"Lo hacían con la complacencia del mismísimo director de Seguridad de Pemex, un militar retirado que cuando dejé el cargo fue contratado de nuevo", reveló Aguilar.
"Cuando elaboré mi acta de entrega-recepción del cargo, dejé perfectamente documentado este penoso tema, que por razones 'obvias' fue reservado por 15 o 20 años", dijo.
La pesquisa reveló que el robo de combustible sumaba, 12 años atrás, hasta 200 millones de dólares.
Esta práctica se generalizó en todo el país en 2017 y el incremento es de un 500%.
Las pérdidas en 2016 subieron a más de 1.000 millones de dólares (más de 20.000 millones de pesos, según cifras del Gobierno actual).
Se trata de un botín apetecido por las bandas más peligrosas del crimen organizado mexicano, como Los Zetas y el Cartel del Golfo, que operan en la ruta costera del Golfo de México y que tomaron el control del negocio ilícito.
En los últimos siete años, el número de tomas clandestinas para robar combustible creció de forma exponencial en las rutas que parten de los seis complejos refinadores de México.
La vigilancia de casi 20.000 kilómetros de ductos, tres veces la distancia entre Nueva York y París, es casi imposible.
El delito se fue sofisticando con una red que permitió distribuir los combustibles robados en el consumo de particulares, a través de cientos de las casi 12.000 gasolineras que hay en todo el país, explicó Aguilar.
El delito encontró una raíz popular, bajo la antigua divisa del boom petrolero de los años 1970: "el petróleo es nuestro".
Primero se lo llamó "ordeña" y luego pasó a llamarse "huachicol", palabra de raíz náhuatl, que algunos vinculan al licor adulterado y otros a los surcos de los terrenos agrícolas por donde pasan los oleoductos.
El 4 de mayo pasado, el Ejército reportó una "emboscada" perpetrada por ladrones de gasolina, escudados detrás de niños y mujeres, en una comunidad "huachicolera".
Los hallazgos
La investigación de 2005 mostró que responsables de Pemex conocían estas redes que participaban del negocio ilegal.
"Estaban involucrados funcionarios de Pemex que conocían las operaciones en decenas de miles de kilómetros de ductos", relató Aguilar.
Aguilar observó que una de las conclusiones de este hallazgo es inquietante.
"Tener el control de esa información implica tener acceso al Centro de Control en la Torre de Pemex en la Ciudad de México", que con sus 54 pisos fue hasta 2003 fue el rascacielos más alto de México.
Los ductos pasan por miles de propiedades privadas, y las investigaciones mostraron el ingenio del folclore mexicano del delito.
"Descubrimos que en algunos ranchos de zonas rurales fueron construidas casas sobre los ductos, donde se perforaban las redes para conectar una llave y robar el combustible como una toma de agua", relató Aguilar a esta agencia.
Durante años, los ladrones se enfrentaron a fuerzas policiacas y militares con mucha frecuencia, sobre todo en la zona del ducto que parte de la refinería de Minatitlán, en el Golfo de México (sudeste), hacia la Ciudad de México, en una ruta de 600 kilómetros.
El 25 de mayo, el secretario de Finanzas, José Antonio Meade, dijo que el Gobierno combate el robo de gasolina en los ductos de Pemex, el consumo ilegal y la incitación a comunidades rurales a participar en ese delito.
Los operativos contra el robo de combustible "también van contra quienes adquieren este producto, con conocimiento de que es robado, y fomentan así la actividad ilícita", dijo Meade.
Meade no dijo nada de la participación de militares ni de funcionarios de Pemex.
"Ahí déjalo"
Aguilar llegó a la petrolera estatal por orden del propio presidente Vicente Fox (2000-2006), para ocupar el cargo con la misión particular de negociar la revisión del contrato colectivo de trabajo con el sindicato petrolero.
Pero se topó con reportes de robo de combustible y organizó una fuerza de tarea de altos mandos que produjo el documento oficial que ha sido clasificado como secreto.
"Entre los ladrones de combustible y los militares que los protegen hay una correlación; queda demostrado en el incremento del robo y la participación de los miembros de las Fuerzas Armadas que encubren miles de kilómetros", les dijo Aguilar al presentar sus hallazgos.
A los expertos les pareció extraño que los robos solo afectaran a productos refinados, como gasolinas y diésel, y no petróleo crudo en los mismos ductos.
Los investigadores concluyeron que "los ladrones sabían cómo, por dónde, cuándo e incluso a qué hora se transportan por esos ductos diésel o gasolina magna que se puede comercializar, almacenar y vender, no solo en el mercado negro, sino en las gasolineras".
De las 169 páginas, solo seis reseñan una parte de su biografía bajo el título "Pemex: tres hechos que me marcaron", y en ese breve apartado, una sola página se titula con un palabra de la cultura popular mexicana: "Ordeña".
El relato de la investigación tiene pasajes desconcertantes: "¡Oh sorpresa!, hallamos que había bandas de delincuentes coludidas con funcionarios, que incluso un grupo de militares hurtaba gasolina".
No era nuevo que se robara el patrimonio nacional.
"Que Pemex es un botín para algunos, no es un secreto; lo que no tiene perdón es que gente protegida por empleados de la empresa se robe este valioso recurso no renovable", denuncia Aguilar en su libro.
Cuando Aguilar tuvo los elementos en su mano, hizo una denuncia oficial ante las autoridades correspondientes.
"Nos enteramos de que la tolerancia para los militares, supuestos responsables de vigilar un recurso de la nación, era una forma de 'pagarles' por sus servicios", relata el testimonio, poco conocido en México.
"El robo de combustible ha sido una forma del clientelismo político en México", denuncia en su conclusión.
En otras palabras, se permite robar a la base electoral del Gobierno de turno.
"Yo personalmente visité media docena de oficinas de altos funcionarios del Gobierno del presidente Vicente Fox, empezando por la de Raúl Muñoz Leos (entonces director general de Pemex), y la del Contralor Interno, para mostrarle los resultados de las investigaciones", dijo Aguilar.
¿Qué le respondieron? "La respuesta fue siempre que ahí lo dejara, que me olvidara del asunto".
Aguilar destituyó al director de Seguridad de Pemex, un militar retirado de alto rango, quien fue contratado nuevamente cuando Aguilar se marchó.