Nicholas Daniloff, director de la escuela de periodismo de la Universidad Northeastern (Boston, Massachusetts) y excorresponsal en Moscú de la revista US News & World Report, nació en 1934, en la casa parisina de un emigrante ruso. Su abuelo, Yuri Danílov, exmonárquico y general, pasó tres años en el exilio. Aislado de su patria, entonces gobernada por los bolcheviques, al igual que la mayoría de los oficiales rusos que habían huido al extranjero, el general Danílov no disfrutaba de la vida en Francia.
Daniloff habla ruso casi sin acento, pero trata a su patria histórica con cierta crítica y alejamiento. Es curioso que esta posición también refleje la divergencia de opiniones sobre la revolución de febrero entre los rusos.
"Los autores [de la revolución] fueron guiados por buenas intenciones, pero no lograron gran éxito", señala Daniloff.
En Rusia, la opinión de Daniloff sobre las intenciones de los participantes de la revolución de febrero la comparte el partido socioliberal Yábloko, dirigido por Grigori Yavlinski.
"Los líderes parlamentarios, en cuyas manos recayó el poder en febrero de 1917 eran en su mayoría gente instruida y honesta. No robaron a su país, no lo engañaron", escribió Yavlinski en un artículo sobre el 90o aniversario de la revolución. "No tenían suficiente experiencia en el trabajo estatal diario ni en el desarrollo de estrategias ni en la toma de decisiones tácticas".
Viacheslav Níkonov, decano de la Facultad de Historia de la Universidad Estatal de Moscú, tiene una opinión más escéptica respecto a la revolución de febrero y sus líderes.
En 1918, un poco más de un año después de la revolución de febrero, los bolcheviques ejecutaron a Nicolás II y su familia. En aquel momento, la mayor parte de los militares participantes en la conspiración contra el zar había fallecido en las "masas revolucionarias". Los políticos que conspiraron contra el monarca desde 1915 pasaron el resto de su vida en exilio, en un ambiente de paz y tranquilidad relativas, mientras que Rusia iba por el sangriento camino de la guerra civil hacia la colectivización de Stalin.
Muchos historiadores se preguntan si era posible evitar la revolución. Borís Mirónov, profesor de historia de la Universidad de San Petersburgo y autor de una serie de libros sobre la revolución del 1917, opina que aquellos acontecimientos no estaban predestinados.
Según Mirónov, el principal error del zar fue la falta de atención a la opinión pública en general. Por lo tanto, en enero de 1917, se formó un "consenso antimonárquico" sobre la base de rumores de "traición" por parte de la emperatriz, su "instructor espiritual", Grigori Rasputín, y otros miembros de la llamada "camarilla". Sin embargo, estos rumores nunca fueron confirmados ni por el Gobierno interino ni más tarde por la KGB.
Por Dmitri Bábich, politólogo