Segundo, la instalación frente al consulado japonés en Busan, Corea del Sur, de un monumento que simboliza la tragedia de las 'mujeres de consuelo' —un eufemismo usado para describir a las mujeres que eran forzadas a la esclavitud sexual por parte de los militares japoneses durante la Segunda Guerra Mundial—.
En ambos casos, las iniciativas individuales de algunas ONG privadas de conmemorar eventos históricos sensibles para todas las partes involucradas provocaron una crisis real en las relaciones, en este caso entre Japón y sus vecinos del Lejano Oriente.
La advertencia rusa
Acerca del tema, el presidente ruso, Vladímir Putin, se manifestó.
"De hecho, nos enfrentamos cada vez más con intentos de revisar, distorsionar la historia. Hace cuatro años, Rusia y China emitieron una declaración conjunta sobre el 65º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. Estamos unidos en que no se puede permitir una revisión de sus resultados. Las consecuencias serán extremadamente peligrosas", anunció Putin en una entrevista con los principales medios de comunicación de China en vísperas de su visita al país en 2014.
China, al igual que Rusia, también declaró la inadmisibilidad de la revisión de los resultados de la guerra. Este desacuerdo es uno de los principales obstáculos para el tratado de paz, aún no aprobado.
Por otra parte, a la propia Rusia la exigen a menudo arrepentirse por los 'pecados' de la época soviética. Por ejemplo, en 2013, el presidente alemán Joachim Gauck afirmó que "sería útil" que la sociedad poscomunista rusa analizara su propia "culpa histórica" y la reconociera públicamente.
Dmitri Trenin, director del Centro Carnegie de Moscú, en una entrevista para Sputnik afirmó que "lo ideal para los países occidentales sería que después del 1991 hubiera tenido lugar un cambio completo de la identidad rusa, como ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial en Alemania. De acuerdo con este plan, Rusia tendría que arrepentirse constantemente por los 'crímenes' de la Unión Soviética, lo que todavía tiene que hacer la actual Alemania. En los hombros de Rusia habría quedado para siempre la carga de la 'culpa histórica', que podría usarse como arma en contra suya en cualquier momento deseado".
Este enfoque tiene poco que ver con el respeto a la memoria de las víctimas, ya sea en Europa o Asia, de acuerdo con el autor.
Pero cuando a pesar del inevitable rumbo a la reconciliación entre los países que participaron en la guerra, las repetidas llamadas al arrepentimiento, dirigidas a Japón o Rusia u otro país, se convierten en una parte indispensable de la política exterior oficial, no tiene que ver nada con el humanismo: es nada más un instrumento de presión política, que a menudo causa un empeoramiento de las relaciones bilaterales, concluyó Ilyashenko.