De acuerdo con los medios locales, los nuevos misiles japoneses clase tierra-mar, cuyo alcance asciende a unos 300 kilómetros, pueden ser desplegados en la isla Miyakojima y otras isletas del archipiélago Sakishima.
Esta información provocó una avalancha de críticas en los medios chinos, que acusaron a Tokio de preparase para una presunta guerra agresiva contra Pekín.
¿Un conflicto bélico entre Japón y China?
"Efectivamente, Japón no está interesado en una guerra contra China", considera el columnista Vladislav Shulguín, especialista ruso en asuntos militares.
En primer lugar, ambos países tienen una estrecha dependencia uno del otro desde el punto de vista económico. El conflicto podría traer consigo graves consecuencias para la economía japonesa, que atraviesa por dificultades en la última década. En particular, los nipones todavía no se han recuperado tras la tragedia de Fukushima.
"En Pekín tampoco quieren un conflicto bélico con Japón, porque entienden perfectamente que detrás de Tokio se encuentra EEUU con un Ejército poderoso y sus propios intereses en la región", escribe en un artículo Shulguín.
Así, a principios de agosto, el Departamento de Defensa de EEUU envió a su base en Guam una escuadrilla de bombarderos estratégicos B-1B Lancer para sustituir a los anticuados B-52.
Aunque en aquel entonces trascendió que el motivo para este refuerzo eran los ensayos balísticos iniciados por Corea del Norte, Shulguín considera que este paso de Washington podría servir de advertencia para China, dado que los B-1B Lancer gozan de propiedades exclusivas para poder impactar en blancos desde mucha distancia. Dicho de otro modo, su despliegue no tiene mucho que ver con la protección contra los misiles balísticos.