Comencemos por Japón. La visita estatal de dos días de Putin al país asiático hace más de una semana puede servir como guía para cualquiera que quiera hacer negocios con Rusia el próximo año. La cumbre entre los dos vecinos terminó con 60 acuerdos económicos, 23 de los cuales incluyen acuerdos energéticos firmados por la empresa estatal rusa Rosneft y un conglomerado de compañías japonesas. Miles de millones de dólares podrían fluir entre Tokio y Moscú durante exploraciones marinas conjuntas, la construcción de otra planta de gas líquido en Sajalín y un gasoducto hasta Hokkaido.
Para disgusto total del primer ministro nipón, como lo describe el medio, el líder ruso, Vladímir Putin, se fue sin aclarar ninguno de los dos.
La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos ha creado una incertidumbre estratégica para Japón. A pesar de retirar las sugerencias de que Japón y Corea del Sur deberían construir armas nucleares para defenderse de la agresión en lugar de depender de las intervenciones de EEUU, Trump ha logrado enviar un claro mensaje a los antiguos aliados de Washington.
El tercer impulso al poder ruso vino desde Catar a principios de diciembre. El compromiso de los dos países estuvo otra vez envuelto en la cooperación de energía. La Autoridad de Inversiones de Catar y el comerciante de materias primas Glencore firmaron un acuerdo para comprar una participación del 19,5% en la empresa estatal rusa de petróleo Rosneft. El jefe de la compañía, Ígor Sechin, admite que el acuerdo de privatización es el más grande de la historia de Rusia.
La victoria de Trump el mes pasado ya había señalado cambios en la fortuna política y económica de Rusia. Agreguen a esto unos acuerdos energéticos por valor de miles de millones de dólares con apoyo tácito de Catar y de Japón, y aquí tienen a Rusia, que va a situarse en una posición de enorme fuerza en el nuevo año, concluye Forbes.