"Deberíamos dejar de hablar de democracia en Brasil porque tras el golpe que destituyó a Dilma [Rousseff] son cada vez más claras las señales de que ya no hay Estado de derecho ni previsibilidad, y que las cosas se van resolviendo según las conveniencias de los poderosos de turno", dijo a Sputnik Clayton Cunha Filho, doctor en Ciencia Política por la Universidad Estadual de Río de Janeiro.
Tras la decisión final de la Corte Suprema de mantener a Renan Calheiros como presidente del Senado, a pesar de estar procesado, Brasil cierra otro capítulo de vaivenes que marcaron el escenario político del país en 2016. Para Cunha Filho, el episodio reforzó la "grave crisis institucional" que enfrenta la Nación y que se refleja en una "intervención de la política" en el poder Judicial y viceversa.
"Tras ese anuncio, por casualidad, la Corte Suprema sacó del cajón esa denuncia que llevaba años allí", remarcó Cunha Filho, quien también es docente en la Universidad Federal de Ceará.
El politólogo explicó que la intención de Calheiros de votar el proyecto de ley surgió por conveniencia. En su opinión, algunos políticos denunciados por crímenes de corrupción temen ser víctimas de determinadas prácticas que se han vuelto frecuentes en el marco de la operación policial Lava Jato, que destapó una serie de escándalos en el país desde 2014.
Entre las medidas consideradas abusivas están las "prisiones temporales mantenidas por tiempo excesivo, contradiciendo la ley, y filtraciones de grabaciones [sigilosas] a los medios de comunicación", ejemplificó.
La decisión de la Corte Suprema mantuvo a Calheiros en la presidencia del Senado pero le impidió asumir la presidencia del país ante una eventual ausencia del actual mandatario Michel Temer, otrora vice de Rousseff. El impeachment de la entonces presidenta de Brasil dejó ausente la figura del vicepresidente, tras la asunción de Temer. La línea de sucesión sigue en primer lugar al presidente de la Cámara y, en segundo, al del Senado.