Pero los ciudadanos estadounidenses deberían prestar al menos la misma atención a lo que hacen los supuestos socios de Estados Unidos —incluyendo aquellos grupos que actualmente reciben dólares de los contribuyentes— para prolongar el brutal conflicto que ya ha costado casi 500.000 vidas y ha expulsado de sus hogares a más de 10 millones de personas. Al menos así lo considera Christopher A. Preble, vicepresidente de Estudios sobre temas de Defensa y Política exterior del Instituto Cato.
El presidente electo Trump admitió que respecto a Siria "tenía una opinión opuesta a muchas personas" y aseguró que retiraría el apoyo a los grupos insurgentes antigubernamentales. Sin embargo, otras grandes figuras del establishment republicano han optado por el estatus quo.
Por desgracia, la parte difícil es hallar a aquellos que están "luchando contra la tiranía", dice el autor del artículo. La abundante experiencia obtenida en Afganistán, Irak y Libia —por no hablar de la Guerra Fría— ha demostrado que a menudo los 'luchadores por la libertad' no son más que simples charlatanes y matones. Y a pesar de ese historial, McCain conserva "su infantil optimismo" respecto a la capacidad de Estados Unidos de encontrar a "los buenos".
El presidente Obama se vio atrapado entre querer derrocar al gobierno actual de Damasco, y no permitir que los extremistas como, por ejemplo, el Frente Fatah al-Sham, antigua Al Nusra afiliada a Al Qaeda, ocupen su lugar. Como era de esperar, los esfuerzos del actual presidente para armar y entrenar a las fracciones insurgentes terminaron en un total fracaso, apunta Preble. En parte por los estrechos vínculos que tienen la llamada oposición moderada y los grupos extremistas.

De no poder hacerlo directamente, lo hacen a través de sus aliados en la región, que no están sujetos a las leyes estadounidenses, indica Preble. En otras palabras, varios países, algunos de los cuales reciben ayuda de Estados Unidos, están financiando organizaciones terroristas, entre ellas Deash, apunta el analista. Muy bien podrían llamarse Estados patrocinadores del terrorismo y, en cualquier otro contexto, ese hecho por sí solo los descalificaría de recibir dólares de los contribuyentes estadounidenses. Pero no si es para derrocar al Gobierno de Siria.