Sin embargo, prosigue, la potencial aplicación de ese tipo de medida por parte de Trump, acarreará una respuesta adecuada por parte del gigante asiático.
"Como resultado, estallará una guerra comercial que obstaculizará negociaciones en muchas esferas económicas y estratégicas", escribe Trofímova, citando el medio the Wall Street Journal.
De esta manera, a pesar de que el estatus de manipulador monetario no implica cambios vitales, la legislación de EEUU —como la Ley de Comercio de 1974— podría permitir al mandatario estadounidense justificar el aumento de impuestos para las empresas chinas y otras intervenciones en el proceso comercial.
Reclamaciones mutuas
Las guerras comerciales entre los dos países empezaron a principios de la década de 1980. Los chinos comenzaron a suministrar sus textiles llevando a la quiebra a muchas empresas estadounidenses. De esta manera, Washington empezó su política de introducir impuestos a los productos chinos.
No obstante, desde hace unos años Pekín no regula la cotización del yuan, por lo que "para EEUU sería difícil acusarlo de este crimen" ante el arbitraje de la OMC, organización que resuelve los desacuerdos comerciales entre sus miembros.
Relación demasiado estrecha
El volumen de comercio entre EEUU y China es de alrededor de 600 mil millones de dólares. Según algunas estimaciones, cerca de medio millón de estadounidenses trabajan para la producción de bienes exportados a China.
"Muchos de ellos se quedarán sin trabajo si Trump cumple la promesa de introducir nuevos impuestos", sostiene la autora.
Además, China es el mayor poseedor de los bonos del tesoro de EEUU, los cuales valen más de un billón de dólares. De esta manera, como contramedida Pekín podría venderlos y provocar el desplome del dólar estadounidense.
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"Alemania, la URSS, Japón —todos pasaron por esto hasta que fueron parados—. Hoy existen todas las premisas para un choque entre la expansión estadounidense con la de los chinos", profundiza Kotlyarov.
Todo es posible
Trofímova indica que la Segunda Guerra Mundial mostró que los vínculos económicos estrechos no son ningún obstáculo para una guerra —"existía una gran independencia mutua entre el Reino Unido y Alemania, pero fue cortado de manera rápida, sin tener en cuenta los intereses de las empresas ni las consecuencias económicas"—.
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De esta manera, por el momento el nuevo líder estadounidense solo ha pronunciado sus promesas en el marco de la campaña presidencial sin proporcionar ninguna estrategia clara de sus planes en relación con China. No obstante, teóricamente cualquier escenario es posible, concluye.