"Cuando empecé, en 1995, no se conocía mucho sobre esta disciplina en Latinoamérica. Investigué de forma autodidacta hasta que conseguí mi primer halconcito y lo entrené", dijo a Sputnik Manuel Maier, presidente de la Asociación Uruguaya de Cetrería.



Vivía en El Prado, un barrio tradicional de casas y quintas de Montevideo. Se había obsesionado con el tema. Un día caminando por la calle vio un halcón en el cielo y persiguió su vuelo hasta encontrar el nido.
Ya estaba pensando en su próxima ave. Su sueño era tener un gavilán mixto, un pájaro considerado de los mejores para la disciplina. Son aves territoriales y muy inteligentes. Por suerte para él son nativas de Uruguay.
Esa oportunidad llegó paseando por el zoológico. Manuel se dio cuenta que en las jaulas de aves rapaces había uno de esos especímenes. Habló con el director del lugar, quien le contó que era un pájaro problemático por su nivel de agresividad. El encargado de alimentar a las repaces le tenía miedo. "Me dieron permiso para que me lo lleve pero el problema era agarrarlo. Empecé a ir todos los días al amanecer. Probé todas las trampas que tenía. Caían todas las demás aves de la jaula menos él. Tuve que inventar un sistema especial para atraparlo. Lo entrené. Logré adiestrarlo y sacarle toda esa agresividad. Lo tengo hasta el día de hoy", contó Maier.
En 2008 armó un proyecto con su mentor, Fernando Feás, y trajeron sus conocimientos y experiencia a Uruguay. Hoy tienen juntos la empresa Intercepta Uruguay, a través de la cual ofrecen servicios de control de fauna utilizando sus aves rapaces entrenadas.
