El desastre electoral de la canciller alemana y de sus correligionarios en el Estado federado (Land) de Mecklemburgo-Pomerania Occidental confirma la corriente de hartazgo y frustración que recorre todo el continente europeo.
Si las elecciones regionales de estos últimos meses son un test para la CDU, Merkel tiene mucha tarea por delante para reconquistar a los alemanes. La canciller, como otros colegas europeos democristianos (conservadores) o socialdemócratas, ha rechazado hasta ahora los asuntos que preocupan —y movilizan— a muchos ciudadanos del Viejo Continente, como son los referentes a refugiados, terrorismo, seguridad, islam e identidad.
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Del "bienvenidos" al caos
Los analistas alemanes subrayan que la CDU se ve superada por primera vez en ciertos lander por otra formación de derechas. Para Merkel, el avance de los populistas del AfD debe ser aún más doloroso, si se tiene en cuenta que es en Mecklemburgo-Pomerania Occidental donde la canciller tiene su circunscripción personal.
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¿Ha perdido Merkel el pulso de sus antiguos compatriotas de Alemania del Este? ¿Ha extraviado el olfato político que ha demostrado durante décadas para interpretar que son los ciudadanos de la ex-RDA (la región más pobre) los primeros que demuestran su descontento con una política que estos interpretan como más generosa con los refugiados que con ellos? ¿Por qué los obreros y los parados entre 30 y 65 años son los principales votantes de la AfD?
Por supuesto, seguirá habiendo una respuesta fácil de supuestos especialistas 'comentalotodo': el aumento del sentimiento de abandono por parte de los partidos tradicionales y el éxito de las formaciones antiinmigrantes y antiislam es para algunos "el retorno del fascismo". Si estos finos analistas se contentan así, es su problema, pero con el insulto no se resuelve la cuestión de fondo.
Pérdida de identidad
Desde hace años, el Frente Nacional, especialmente en la versión modernizada de Marine Le Pen, liberada de su padre biológico y político, va ganando votos en las diferentes pruebas electorales. Solo un sistema electoral específico le priva de una representación proporcional a su fuerza en la calle.
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La identidad, la ola imparable de refugiados o el terrorismo son asuntos que encabezan ahora los programas electorales de los partidos franceses. En Francia hay también muy finos analistas que denominan este fenómeno la "lepenización de los espíritus".
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Como Holanda, otros países europeos tradicionalmente generosos con la emigración, como Suecia, Dinamarca o Finlandia, conocen el mismo fenómeno político y social. Por un lado, los servicios de ayuda y acogida a emigrantes están saturados. Por otra, no quieren perder su identidad en una especie de 'macdonalización halal' de la cultura, donde su historia se vea borrada en nombre del multiculturalismo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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