La planta, ubicada a unos 150 kilómetros al noreste de Alepo, fue adquirida por Lafarge en 2007 y puesta en marcha en 2010. Estaba considerada como una de las joyas de la industria cementera francesa en toda la región.
Le Monde ha indicado que los administradores de Lafarge negociaron con los militantes de Daesh varios acuerdos para garantizar que la empresa pudiera continuar con su producción.
Las cuestiones abordadas por las partes, según el periódico, incluían el tránsito de camiones y el acceso de los empleados a su lugar de trabajo. Además, la planta seguía adquiriendo petróleo de los campos petroleros capturados por los radicales, "financiando indirectamente a la organización yihadista", sostiene el rotativo.
Finalmente, en febrero de 2015, las fuerzas kurdas liberaron la planta, que posteriormente se convirtió en una base de las fuerzas especiales francesas.
Por su parte, Lafarge confirmó haber sido la propietaria de la planta en Jalabiya entre 2013 y 2014, sin abordar directamente las acusaciones presentadas por el periódico.
"Cuando el conflito armado se acercó a la fábrica, nuestra prioridad absoluta consistía en garantizar la seguridad y la protección de su personal", apuntaron los representantes de la cementera, que fusionó sus activos con el fabricante suizo de cemento Holcim en 2015.