"Mi primer torturador fue un chileno, después me torturó un argentino y yo los reconocí por sus acentos", dijo Almada sobre la primera señal que tuvo del Plan Cóndor tras su detención, el 26 de noviembre de 1974, en la capital paraguaya.
"En la celda contigua está un argentino, Amílcar Santucho (hermano del líder de la guerrilla del ERP, Roberto Santucho) quien me cuenta que cayó junto con el chileno Jorge Fuentes Alarcón y que fueron sometidos a un tribunal militar, exactamente como yo", contó Almada.
Cuando fue puesto en libertad, "quería saber dos cosas: cómo murió mi esposa, porque me dijeron que se había suicidado, y por qué militares extranjeros me torturaban en mi país".
Archivo del terror
Almada dedicó 15 años de su vida a investigar la operación Cóndor. A su regreso a Paraguay, tras vivir exiliado en Panamá y en París, aprovechó la figura del hábeas data para reclamar los antecedentes de su detención y de la muerte de su esposa.
El 22 de diciembre de 1992 por la mañana, Almada y el juez Fernández entraron "a una dependencia policial normal y corriente" en Lambaré, localidad cercana a la capital.
"Pero, pasando la comisaría hacia el interior había una carnicería, luego una carpintería, después una fábrica de baldosas y, en el fondo del predio, estaba el nido del Cóndor", dijo Almada.
Una habitación grande en un primer piso alojaba 700.000 folios con archivos que databan de 1927 a 1989 y que incluían documentación detallada del Plan Cóndor.
Los archivos se encuentran ahora en manos del Poder Judicial, digitalizados y disponibles para investigadores, académicos y periodistas.
La Unesco los incluyó en su lista de patrimonio documental de la humanidad; y en 2002, Almada fue galardonado con el Right Livelihood Award, conocido como Premio Nobel Alternativo.
Justicia pendiente en Paraguay
Semejante hallazgo no ha contribuido a hacer justicia sobre la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay (1954-1989), según Almada.
"No pudimos tocar a ningún militar, salvo a uno, el general Ramón Duarte Vera, condenado a 14 años de prisión, aunque no pasó un solo día preso porque siempre presenta certificados médicos", se quejó.
Almada consiguió averiguar por qué lo torturaban extranjeros en su país. Y pudo descubrir que su esposa murió de un fallo cardíaco.
Los torturadores le hacían escuchar a la mujer por teléfono los gritos de su marido sometido a tormentos: "Eso duró unos 10 días. En el noveno día le llevan mi ropa ensangrentada y le dicen que había muerto. A mi esposa le dio un infarto y falleció por falta de atención médica".
El viernes un fallo de la justicia argentina condenó a sus principales responsables a penas de hasta 25 años de prisión por diversos delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del Plan Cóndor.