Eso fue lo que le paso al mandatario boliviano Evo Morales quien no podrá postularse a un cuarto mandato consecutivo y deberá dejar el cargo en 2020.
Tras contabilizarse el 99,72 por ciento de los votos, el No alcanzó un 51,30 por ciento frente a un 48,70 por ciento del Sí, una situación irreversible que pone al mandatario ante un nuevo escenario, en gran medida provocado por los grandes medios de prensa del país y del mundo.
Durante las últimas semanas, en una intensa campaña mediática, se pretendió vincular al Presidente con prácticas de tráfico de influencia y mal uso de recursos públicos, acusaciones que nunca fueron probadas, pero que al ser generosamente difundidas por algunos medios surtieron efecto en el electorado. Así lo reconoció el propio Morales, al afirmar que, en esta parte del mundo, la prensa y las redes sociales “tumban gobiernos”.
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El mandatario indígena fue acusado de favorecer a la empresa china CAMC, en la que su expareja Gabriela Zapata trabaja como gerente comercial. La firma logró contratos públicos por unos 560 millones de dólares en Bolivia y el caso es investigado en el Congreso. Morales rechazó las acusaciones.
Vuelve así el llamado cuarto poder a intervenir directamente en la caída de los gobiernos que no respaldan sus intereses económicos. Una mentira repetida se convierte en verdad, decía el alemán Joseph Goebbels y lo aplicaba defendiendo al nazismo. Más de 70 años después, está claro que otros aún continúan esa práctica para producir un determinado efecto.
“Bolivia enfrenta hoy ataques simultáneos por parte de políticos derechistas domesticados por un amo imperial y de medios de comunicación sin escrúpulos”, afirmó en entrevista televisiva el ministro de la Presidencia boliviano, Juan Ramón Quintana. Una estrategia opositora que recuerda a las empleadas por Estados Unidos para desestabilizar naciones de Oriente Próximo, y sin ir tan lejos, a otros gobiernos progresistas de América Latina, como los de Venezuela, Ecuador y Argentina en tiempos de los Kirchner.
El también escritor y analista manifestó a la televisora Bolivia TV que la otra mitad que dijo NO es muy heterogénea. “Los resultados, no obstante, ratifican al MAS como la primera fuerza política del país y existen las condiciones objetivas y materiales para asegurar un exitoso resultado en 2019”, vaticinó Moldiz.
Pero no basta con el optimismo. Es la primera vez que Evo se enfrenta a una derrota en las urnas. En 2006 llegó al poder con el 54 por ciento de los votos, y se revalidó dos veces el cargo, en 2010, con un 64 por ciento de apoyo, y en 2015 con el 61 por ciento.
De momento, Morales domina plenamente el Congreso, por lo que podrá continuar con su proceso de cambio. Según la consultora de riesgo político Eurasia Group, el presidente tiene tiempo suficiente para ungir a un sucesor o intentar una nueva reforma constitucional para incluso tratar de presentarse a un cuarto mandato.
Evo cuenta con un respaldo popular avalado por la gestión de estos diez años de gobierno, en los que la economía boliviana ha crecido considerablemente. El PIB se ha incrementado de 11 mil millones a 35 mil millones de dólares, mientras que la inflación y el desempleo han estado por debajo del 4 por ciento.
Pero sobre todo, ha beneficiado a los sectores más humildes y ha conseguido descolonizar Bolivia, dando voz y voto en la sociedad boliviana a esas amplias mayorías de pueblos originarios.
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Ya solo por eso, Evo ha conseguido un lugar en la historia de Latinoamérica. Ahora le toca lograr que ese proceso de cambio sobreviva a su liderazgo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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