Desde el sábado por la noche, la entrada a la majestuosa ciudad de piedra amurallada está prohibida a los palestinos, excepto a los que residen, trabajan o estudian dentro. Todos los israelíes pueden entrar y los turistas también.
Hoy, la Ciudad Vieja funciona a medio gas, pero está mucho más viva que ayer, cuando la mayoría de las tiendas permanecieron cerradas en señal de protesta por la restricción de acceso de los palestinos a la zona.
"La situación aquí siempre es mala, no solo ayer y hoy sino todos los días desde que existe la ocupación de Palestina por parte de Israel", dice a Sputnik Nóvosti Jaled Hedmi, dueño de una floristería que pertenece a su familia desde hace más de cien años y que se encuentra muy cerca de la puerta de Damasco, uno de los accesos más emblemáticos a la Ciudad Vieja.
Muchos medios de comunicación hablan estos días de tercera intifada en Palestina por los últimos ataques y los disturbios a gran escala que se han producido en Jerusalén y Cisjordania.
"Yo lo que veo es una intifada diaria, no la tercera, sino la diaria. La gente se tiene que defender contra lo que hacen los colonos (israelíes que viven en territorio palestino ocupado)", señala Jaled.
Mientras Jaled habla pasan por la calle familias de israelíes religiosos, hombres y grupos de mujeres que van en dirección al Muro de las Lamentaciones para rezar.
Un puñado de mujeres judías religiosas está en frente del Hospicio Austríaco, en el corazón del barrio musulmán de la Ciudad Vieja, justo delante de donde se produjeron los apuñalamientos del sábado por la tarde.
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Son colonas, viven en esa misma calle. A su lado hay al menos 20 policías agrupados y algunos más en la esquina de delante. En diversas calles hay vallas.
"Queremos estar aquí y aquí estaremos siempre, esta es nuestra tierra, es nuestra ciudad y somos fuertes. Aunque nuestro vecino sea un asesino, permaneceremos aquí", asegura a Sputnik Nóvosti Yudit, de 37 años.
"La mayoría de los palestinos son iguales, piensan lo mismo. No tengo miedo de vivir junto a ellos porque creo que todo esto nos pertenece, no desde hace cien años o unos cientos de años sino desde hace miles de años", defiende Yudit.
Esto pertenece al pueblo judío. Nosotros estábamos aquí antes de que Mahoma naciera y el islam naciera", asevera Yudit, nacida en el barrio judío de la Ciudad Vieja, pero que vive en el musulmán, como colona, desde hace 15 años.
La tensión es palpable. Se puede cortar el aire con un cuchillo. Pero aún así, turistas de diversas nacionalidades callejean por la Ciudad Vieja y visitan los lugares santos, al menos aquellos a os que se puede acceder.
"Es la primera vez que estamos aquí, se nota un clima difícil y de opresión. Hay muchos militares, gente con armas, grupos religiosos", explican a Sputnik Nóvosti Josette y Jean, un matrimonio francés de dad madura que pasa unos días de vacaciones en Jerusalén.
"Nos habíamos informado sobre la situación antes de venir, pero la realidad supera lo que nos habíamos imaginado. Notamos mucha tensión, que falta una chispa para que explote todo y nos choca ver la Ciudad Vieja cerrada y con tanto militar", comentan, pero se sienten satisfechos porque han podido visitar todo lo que han querido.