Si las cosas fueran como se presentan la ciencia entera sobraría —
Karl Marx, 1818-1883
El pasado domingo, cerca de 1,7 millón de personas participaron en marchas convocadas por la oposición en 26 capitales provinciales de Brasil y en la capital federal Brasilia demandando la destitución de la presidenta Dilma Rousseff. La multitud la responsabilizaba de la corrupción en Petrobras —la empresa petrolera estatal y privada, pero tras de todo esto hay una mano negra experta en revoluciones que ahora está operando sutilmente en Brasil.
Recientemente la Suprema Corte de Brasil autorizó la apertura de investigaciones a 51 políticos, entre ellos dos gobernadores y 34 legisladores, incluso el presidente del Senado, Renan Calheiros y el de la Cámara Baja, Eduardo Cunha. Aparentemente todos ellos estaban involucrados en la red de corrupción en Petrobras que desvió de la empresa entre 2004 y 2012 unos 3700 millones de dólares a través de lavado de dinero y sobrefacturación en obras y contratos. El supuesto autor de esta red, ex director de servicios de Petrobras, Renato Duque ya fue arrestado y está colaborando con los investigadores.

El teólogo y filósofo brasileño Leonardo Boff en su análisis de las recientes protestas afirmó que “en Brasil hay una rabia generalizada contra el Partido de los Trabajadores, que es más bien inducida por los medios de comunicación, pero no es odio contra el PT, es odio contra 40 millones de pobres que fueron incluidos y que ocupan los espacios que eran reservados a las clases pudientes”. Como lo expresó el escritor y periodista argentino, José Steinsleger, invocando la película del famoso cineasta brasileño Glauber Rocha “El León de 7 Cabezas” (1970), las siete cabezas de la oposición en Brasil representan a los banqueros, latifundistas, empresarios, tecnócratas, los medios de comunicación, los narcos y sectas religiosas empeñados en revertir “el proceso de cambio y justicia social más profundo y prolongado que ha vivido Brasil desde los tiempos de Getulio Vargas y Joao Goulart (1951-1964)”.
La derecha brasileña nunca ha reconocido estos logros a pesar de que los gobiernos de Lula y Dilma jamás se atrevieron a terminar con neoliberalismo, sino lograron modificarlo ligeramente y crear condiciones para el crecimiento económico con la distribución de la renta más equitativa. Por eso siguieron aumentando sus presiones sobre el gobierno del Partido de Trabajadores en su intento de desacreditarlo. La clase media es partícipe en este juego, está influenciada por los medios de comunicación en manos de la oligarquía y guiadas por las transnacionales de información.
Los medios de comunicación brasileños, en manos de 14 grupos familiares que poseen el 90 por ciento del mercado de la comunicación, asumieron el papel del principal partido de oposición. Lo reconoció en 2010 la directora del diario conservador nacional Folha de Sao Paulo, Judith Brito quien señaló que “puesto que la oposición se encuentra profundamente debilitada, son los medios de comunicación los que, de hecho deben desempeñar este papel. A veces con mucha imaginación”.
Lo que dice Brito significa en periodismo distorsionar la realidad acomodándola a los intereses de la elite y convertir la mentira en verdad y cada error o dificultad del gobierno en crimen o ineptitud para cundir el descontento popular y producir el cambio de gobierno. A estos supuestos defensores de la democracia no les importa hacer derrocar, utilizando todos los medios disponibles, un gobierno democráticamente elegido por la mayoría de la población.
Tampoco faltaron los Legalistas con sus consignas de retorno de los militares al poder para “calmar la economía y terminar con la corrupción” desplegando la consigna: “SOS Fuerzas Armadas”. Parece que estos sectores se olvidaron del golpe de Estado de 1964 donde cundió la represión y persecución de los que opinaban en contra y que recién terminó en 1985.
Todos estos partidarios de golpe de Estado deberían revisar los cables del departamento de Estado norteamericano de 1967-1977 que el vicepresidente Joe Biden entregó a Dilma Rousseff durante su visita para la Copa Mundial de Fútbol. En estos cables se menciona que los brasileños desarrollaron un nuevo “sistema de tortura basada en la coacción psicofísica para intimidar y aterrorizar a los sospechosos”. Lo que no mencionaron los cables norteamericanos fue que el inventor de este sistema era el tristemente famoso torturador y ex agente de la FBI norteamericana Dan Mitrione, el padre de la “Silla de Dragón” que desde 1960 a 1967 estuvo en Brasil perfeccionando su arte diabólico y luego operó en Uruguay donde fue ajusticiado por los tupamaros. En estos mismos cables el embajador estadounidense en Brasil, William Rountree recomendaba cínicamente al departamento de Estado “tomar en cuenta la sensibilidad y el orgullo nacional de los brasileños y evitar intentos de presionar al gobierno respecto a la tortura para no dañar nuestras relaciones”. Olvidar todo esto sería un crimen.
Sin embargo, la oposición sin poder contener su rabia de clase no toma en cuenta las consecuencias de un golpe de Estado. A la vez, sus colegas de las elites globalizadas internacionales y en especial los “iluminados” globalizadores norteamericanos ven la posibilidad de terminar con Brasil como un país soberano, alejarlo del UNASUR y CELAC y debilitar el grupo BRICS que representa en términos medianos un peligro para la hegemonía de los EE.UU. y el Sistema Económico Mundial creado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Reserva Federal norteamericana.
Tampoco hay que olvidar la revelaciones de Snowden respecto al Brasil: “What’s Behind Hidden CIA Base in Brazil”. En este documento el ex técnico de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) habla del interés geopolítico de Norteamérica hacia Brasil y en especial sus reservas de petróleo recién descubiertas en el mar que contienen alrededor de 100 mil millones de barriles de petróleo. El problema consistió en el hecho de que, tanto el gobierno de Lula da Silva como el de Dilma Rousseff prefirieron firmar contratos con la corporación china SINOPEC en vez de Chevron. En mayo de 2013 el vicepresidente norteamericano Joe Biden durante su visita a Brasil trató de persuadir en vano a la presidenta Rousseff de dejar entrar a las corporaciones energéticas estadounidenses en el mercado brasileño. Curiosamente dos meses después de su visita fallada, comenzó la ola de protestas contra el gobierno del Partido de Trabajadores cuya intensidad está en un constante incremento. La oposición ya anunció la próxima marcha para el día 12 de abril declarando Aecio Neves: “¡No nos dispersemos!”
Algo se está cocinando en estos países. En el caso de Dilma Rousseff su destino se decidiría en setiembre próximo durante su visita a Washington. Mientras tanto la posible reacción del pueblo brasileño a la decisión de la oposición de destituir a la presidenta es difícil de determinar actualmente. El pueblo, en expresión del poeta inglés, Alexander Pope, “es una fiera de múltiples cabezas” y ellos también están organizando sus marchas y acciones de apoyo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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