Entre muerte, dolor y pérdida de seres queridos, enfermos de COVID-19 en oeste de Ecuador enfrentan el desafío de sobrevivir a intensos dolores, agotamiento, falta de apetito, reducción del olfato y falta de aire en un sistema sanitario que ha permanecido colapsado.
"Perdí a mi esposo por la misma enfermedad, y mis cuatro hijos están cayendo uno a uno con lo mismo. Yo me defino como una sobreviviente del virus porque hace dos meses que estoy enferma y aún tengo recaídas. En los momentos más dolorosos de la enfermedad no podía caminar, me dolía la espalda, la cabeza y me faltaba la respiración", afirmó Hernández Barrios, abogada de 58 años de edad, en diálogo con Sputnik.
Por su parte, un economista de Guayaquil de 49 años, que habló a condición de preservar su identidad y quien sufre de COVID-19 desde el 15 de marzo, contó a Sputnik, mientras se le quebraba la voz, que su madre falleció por la enfermedad pero no pudo acompañarla en sus últimos días.
"A mí mamá también le dio positivo el test. Ella estuvo internada y lamentablemente desde el miércoles pasado no soportó. Imagínese yo con mi enfermedad, súmele que mi mamá ya estaba malita. Yo no pude ver a mi mamá antes de morir porque estaba en cuarentena, es un dolor que llevaré por siempre", afirmó.
Contó que perdió cerca de ocho kilos de peso porque con la enfermedad se pierde el apetito y el sabor.
"Cuando a uno le dicen que tiene COVID-19, entra en pánico. En el barrio hemos perdido por lo menos tres personas conocidas. Uno termina contando el tiempo al que le va a llegar la muerte", agregó.
Cura "artesanal"
Mientras tanto, Hernández Barrios dijo a Sputnik que, a pesar de llevar dos meses con la enfermedad, aún tiene una "hipertensión constante" y no la ha logrado normalizar.
Hernández Barrios afirmó que en los centros de salud nunca le encontraron la enfermedad, no le brindaron la atención adecuada y no la derivaron a un centro hospitalario, por lo que ha tenido que atenderse por medio de centros privados.
"Demoraran en detectarme la enfermedad dos o tres semanas. Yo ya estaba mal, andaba con los síntomas, no le daba importancia. Asumí que era dengue. Me fui a hacer los exámenes, pero no tenía nada de eso", afirmó.
Falta de previsión
La abogada dijo que el Estado ecuatoriano y el Ministerio de Salud no tomaron las previsiones y que el sistema sanitario colapsó. Además, aseveró que los insumos se agotan a diario, no hay suficientes tanques de oxígeno y el personal está "desbordado".
"Llegó un momento que ya no le ponían ni los nombres, hay personas que aún están desaparecidas. No encuentran a sus familiares ni vivos ni muertos. Eso es una violación fragante a nuestra Constitución sobre el derecho a la salud. Mi hijo tuvo que comprarme los medicamentos para poder contrarrestar el dolor que yo sentía porque no me lo daban en el hospital", agregó.
Hasta inicios de mes, decenas de cadáveres permanecían por varios días en sus domicilios hasta que las autoridades levanten los cuerpos; los servicios funerarios también llegaron a colapsar, no solo por la cantidad de muertos sino también por el cierre de algunos ante el temor de que sus empleados se contagien.