Tan característica es, que el propio nombre de la lengua la tiene. Por influencia de la colonia, otros idiomas no emparentados con el latín y hablados en territorios conquistados por los españoles o bajo su dominio la han incorporado en sus alfabetos al volverse escritas. El guaraní o el aymara son algunos ejemplos.
Cuando debían copiar la secuencia de letras 'NN', los frailes abreviaban la escritura, marcando sobre una de las 'N' otra letra idéntica, pero más pequeña.
De a poco, el símbolo por encima fue mutando hasta transformarse en la virgulilla clásica que hoy todos marcamos al escribir 'español'. Así, lo que en latín era originalmente 'anno', se volvió 'año'.
No era la única manera de transcribir el sonido que representa la letra. También 'gn' o 'ny' se volvieron maneras de hacerlo. Pero de a poco el español emprendió una codificación, especialmente con su primera gramática, de Antonio de Nebrija (que data de fines del siglo XV).
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Aunque la letra 'ñ' —que indica un sonido nasal palatal— goce de buena salud en el español, no ha tenido un camino exento de dificultades.
Cuando los ordenadores eran fabricados en serie por millones, las directivas de normalización europeas preveían que la ñ no estuviera presente en los teclados.
Literatos de la talla de Gabriel García Márquez libraron una batalla contra la posible erradicación del símbolo, que para escribir encuentran los hispanoparlantes al lado de la 'L' en casi todos los ordenadores personales.
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España no dio el brazo a torcer ante las pretensiones de las industrias informáticas y estableció un real decreto no solo para defender a la 'ñ', sino también a los característicos signos de puntuación —la apertura de la exclamación, '¡', y de la interrogación, '¿'—, en conformidad con las normas que establece la ortografía aún vigente.
"Todos los aparatos de funcionamiento mecánico, eléctrico o electrónico, que se utilicen para la escritura, grabación, impresión, retransmisión de información y transmisión de datos, y que se vendan en España, deberán incorporar la letra <ñ> y los signos de apertura de interrogación y de exclamación", mandata el decreto 564/1993.
No solo la española: hoy en día, es la lengua materna del 8% de la población mundial. Con 477 millones de hablantes, se clasifica segunda, solo por detrás del mandarín. Es la tercera más usada en internet y la segunda en redes sociales, según el Instituto Cervantes.
América Latina, un mercado de cientos de millones de hispanohablantes, se benefició de esta defensa, aunque hoy tiene un teclado ligeramente distinto, en particular en lo que respecta la posición de los acentos.
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Hay dos soluciones para no echar de menos a la querida letra: una, es configurar el teclado como si se tratara de uno en español y guiarse por ese orden, a pesar de que muchas de las teclas (no solo la 'ñ', sino además los acentos, los puntos y otros) no coincidan con lo que figura en ellas.
Hay quienes escriben con corrector los caracteres en español o ponen pequeños adhesivos. Otra opción más engorrosa es insertarlos a través de códigos. Basta presionar Alt y 209 y aparecerá una bella 'Ñ'. ¿Quieres una 'ñ' minúscula? ¡La hay! Necesitas digitar Alt y 0241.
En el portugués, se ha comenzado a utilizar en el lenguaje de mensajería instantánea para decir 'não' ('no') de manera abreviada. Bien distante a 'nh', la combinación de letras que, por ejemplo para decir 'espanhol'.
Sin embargo, si tu apellido es 'Núñez' y quieres incluirlo en tu dirección de correo electrónico, deberás resignarte. De momento, en las convenciones que rigen a las direcciones (tanto web como de mensajería) no se puede incluir la virgulilla que nos identifica como comunidad hispanohablante.