Francia, con su presidente, Emmanuel Macron a la cabeza y otros países de la Unión Europea celebraban más que los propios ciudadanos alemanes la consecución de un pacto para gobernar entre conservadores de la Unión Demócrata Cristiana y la Unión Social Cristiana (CDU/CSU) y los socialdemócratas del Partido Socialdemócrata (SPD).
Francia, y otros países que quizá responden a la eurofilia solo por inercia o por el interés de seguir recibiendo ayuda de Bruselas, empujan a Alemania a participar en una renovación de la UE que saque a la institución de la modorra, el escepticismo y en definitiva, la crisis que vive en la actualidad.
No se lo pierda: Merkel dispuesta a pagar un precio doloroso para seguir en el poder
Desde Berlín, sin embargo, las señales que le llegan al dirigente francés empiezan a enfriarle el ánimo, siempre, eso sí, diplomáticamente. Para empezar, Merkel ha sido muy clara: "primero Alemania y después Europa". Una perogrullada quizá, pero que lanzado por la canciller tiene un mensaje mucho más profundo. El Gobierno de la nueva "gran coalición" entre los dos principales partidos alemanes no está pensado para reformar a la UE saltándose el catecismo de rigor y contención presupuestaria de Berlín.
Lea más: Casi la mitad de los alemanes quieren que Merkel dimita ya
A Merkel le han llovido duras críticas de su propio partido por haber cedido al SPD la cartera de Finanzas, la más importante del gabinete. En buena parte de Europa se ha celebrado que Wolfgang Schauble, el guardián de la austeridad alemana y europea haya dejado ese ministerio y la política. Schauble era la bestia negra no solo de la izquierda europea, sino de buena parte de los gobernantes conservadores propicios a aumentar sin límites los déficits públicos de sus respectivos países.
Scholz, el nuevo jefe de las finanzas alemanas había señalado además en varias ocasiones que no se toca una coma de la reforma llevada adelante hace ya casi 20 años por el entonces canciller socialdemócrata, Gerhard Schroeder, que para la izquierda alemana supuso el fin del paraíso social alemán, pero que catapultó la productividad del país y el empuje industrial hasta convertirle el país más poderoso de Europa.
El catálogo de medidas que Emmanuel Macron promueve para el relanzamiento de la UE no despertará tampoco la adhesión de Merkel y sus socios de gobierno. Berlín no quiere ni oír hablar de un Ministro de Finanzas europeo ni de un presupuesto común de la UE, por el momento. El deseo de convergencia social y fiscal habrá que seguir considerándolo como un sueño. El proyecto macroniano de impulsar un FMI europeo también deberá esperar.
Escuche: Merkelatada de pies y manos
Una de las batallas europeas en las que Macron está más implicado es la lucha por evitar el dumping social, es decir la contratación temporal de trabajadores extranjeros por empresas foráneas que aplican sueldos más bajos y normas sociales menos exigentes que las francesas. El grueso de esos trabajadores desplazados a Francia proviene de Alemania.
Le puede interesar: UE: debilitada y sufriendo su mayor crisis
Angela Merkel y su partido saben que la política de puertas abiertas a la emigración masiva decidida en el verano 2015 es la principal causante de la crisis que vive Europa y es responsable, también, del fracaso relativo de su propio partido en las urnas. Si la CDU-CSU ha invadido el terreno electoral del centro, comiendo el voto al SPD, Alternativa para Alemania (AfD) se ha alimentado de los votantes conservadores defraudados por Merkel. En esa tesitura, la canciller envía a Francia y a la UE ese mensaje: primero, Alemania; de Europa ya hablaremos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK