"Fue una situación lamentable, con muchas muertes crueles; muchos cuerpos fueron carbonizados, dos fueron decapitados y algunos tuvieron las vísceras expuestas", aseguró el comisario en declaraciones al diario O Globo.
La rebelión llevó a la fuga de 233 presos, aunque 127 volvieron voluntariamente cuando la situación se calmó y otros 29 fueron recapturados, según informó la Superintendencia Ejecutiva de Administración Penitenciaria del Gobierno de Goiás.
El comisario apuntó como principal hipótesis del ataque una guerra entre grupos rivales del narcotráfico, pero esta causa no está confirmada todavía.
Los presos fallecidos aún no fueron identificados debido a que varios de los cuerpos tienen que someterse a pruebas de ADN puesto que fueron carbonizados.
De entre los 14 heridos dos se encuentran ingresados en estado grave; uno por intoxicación por inhalación de humo y otro porque tiene una bala alojada en el hombro izquierdo.
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Es la segunda ocasión en que Brasil arranca el año con un balance de muertes en sus cárceles, ya que el pasado 1 de enero de 2017 un motín similar dejó 56 muertos en una cárcel de Manaos (norte) y en los días posteriores se reprodujeron rebeliones violentas en otras prisiones del país.