Esto se les ocurrió a los expertos de la corporación de ingeniería espacial rusa RKK Energiya —fabricador de naves y cohetes y operador del segmento ruso en la EEI— cuyo vicedirector primero, Vladímir Soloviov, dio a conocer un pronóstico estremecedor: después de 2025 veremos "una avalancha de averías de numerosos elementos a bordo de la EEI".
Según comunicó Soloviov en su informe ante el Consejo de la Academia de Ciencias de Rusia, presentado el 25 de noviembre, los costes para el mantenimiento de la EEI podrían ascender para ese país euroasiático a 15.000 millones de rublos (198 millones de dólares según el cambio actual).
Aunque no lo dijo directamente, podría parecer que lo que propuso Soloviov es abandonar la EEI en los próximos años. Pero él mismo negó esta interpretación de sus palabras al día siguiente.
"No se trata de terminar la labor de la EEI después de 2025, ni tampoco de terminar la cooperación. El informe en el Consejo de la Academia de Ciencias de Rusia tiene solo fines informativos y no es una propuesta para el futuro desarrollo de la EEI", dijo, citado por el canal de Telegram de la corporación espacial rusa Roscosmos.
Por su parte, el servicio de prensa de Roscomos subrayó en que todavía espera que RKK Energiya le presente un proyecto de una nueva estación orbital nacional, y en lo que respecta a la revisión de los plazos de la participación de Rusia en la EEI, comunicó que prevé comenzar consultas con la NASA al respecto "a inicios del año que viene".
En resumen, en este caso Roscosmos fue más cauteloso en sus declaraciones que RKK Energiya con "una avalancha de averías", pero lo cierto es que si repasamos las averías en la EEI de los últimos cinco años, resulta evidente que se van incrementado.
2015-2018: falsa alarma y agujero misterioso
El periodo de 2015 a 2018 no estuvo marcado por fallos graves en la EEI, aunque hubo algunos que ganaron bastante atención mediática.
Así, el 14 de enero de 2015 en el segmento estadounidense de la EEI se activó una alarma de emisión de amoniaco del sistema de refrigeración, lo que llevó a la tripulación de un módulo de habitad de Estados Unidos a evacuarse al sector ruso.
Un análisis exhaustivo confirmó la ausencia de amoniaco en el aire de la EEI, y tras pasar 10 horas con sus colegas rusos, los astronautas de la NASA volvieron a su módulo. Los expertos concluyeron entonces que fue una alarma falsa, activada tras un fallo informático producido en el sistema de refrigeración del módulo Node-2.
Pero a finales de agosto llegaron unas noticias alarmantes desde el segmento ruso. Entonces se detectó una fuga de aire y la tripulación descubrió una microgrieta que se encontraba en el habitáculo de la nave Soyuz MS-09, acoplada a la estación desde junio. El mismo día los cosmonautas rusos sellaron la microgrieta con un kit especial que tienen para tales casos, y más tarde aplicaron otro parche encima.
La corporación Energiya descartó entonces que se trataba de un defecto de fabricación, y entonces Roscosmos se encargó de investigar el origen del agujero. Un año después de lo sucedido, la corporación espacial rusa afirmó que identificó al responsable de la microgrieta, pero lo mantendrá en secreto.
2019-2020: inodoros rotos, gases tóxicos y una fuga de aire
El año 2019 comenzó en la EEI con uno de los problemas más graves en la vida de los astronautas: en febrero de 2019 se estropeó el retrete en el módulo estadounidense de Tranquility, lo que provocó un vertido de 9,5 litros de agua. La tripulación consiguió detener la fuga y recoger el agua con toallas.
El 4 de agosto la nave no tripulada Soyuz MS-14 no pudo acoplarse al módulo Póisk del segmento ruso, por un fallo del sistema de acoplamiento Kurs o más concretamente, como se determinó más tarde, debido a un cable desconectado. El 27 de agosto los astronautas separaron la nave Soyuz MS-13 del módulo Zvezdá y lo acoplaron al módulo Póisk, mientras que al Zvezdá se enganchó la Soyuz MS-14.
En septiembre se detectó una pequeña fuga de aire en el segmento ruso, pero entonces no le dieron mucha importancia.
El 27 de noviembre volvió a presentarse el problema de inodoros, pero a una escala mayor: todos los inodoros de la EEI (de fabricación rusa) estuvieron fuera de servicio. El indicador del retrete en el segmento estadounidense mostraba una avería, mientras que el aparato del segmento ruso daba señales de que el depósito estaba repleto. Los astronautas se vieron obligados a usar dispositivos de recolección de orina almacenados en el módulo europeo Columbus.
Tras varias horas de incomodidades, los astronautas lograron reparar los aparatos sanitarios. En diciembre el inodoro del sector estadounidense volvió a averiarse por un par de días, pero el aparato sanitario del segmento ruso funcionaba con normalidad, así que los astronautas de la NASA usaron el retrete de sus colegas rusos.
La NASA supuso, en junio, que el purificador de aire en el segmento estadounidense de la EEI podría ser fuente de benzol, pero en julio dos analizadores de gas Draeguer, trasladados a la plataforma orbital por el carguero Progress MS-15, no hallaron presencia de ese gas tóxico.
El 1 de julio dejó de funcionar un bloque de electricidad instalado fuera del módulo estadounidense de la EEI, pero éste pronto fue sustituido por el brazo robótico canadiense Canadarm.
En septiembre se determinó que la fuga de aire detectada en septiembre de 2019 se multiplicó por cinco: si hace un año la estación perdía 270 gramos de aire al día, en septiembre de 2020 la fuga se incrementó hasta 1.400 gramos diarios. Según establecieron los cosmonautas rusos, la pérdida de presión se debía a una grieta de 4,5 centímetros en el módulo Zvezdá.
El 17 de noviembre colocaron un nuevo parche sobre el lugar de la grieta pero, como se informó el día 19, esto no ayudó a eliminar la fuga de aire.
En todo momento Roscosmos ha aseverado que esa fuga de aire no supone amenaza para la vida de los tripulantes de la EEI ni para el vuelo de la plataforma orbital.