Aunque ni el COVID-19, ni el muro, parecen suficientes para detener la migración.
"Desde el comenzar la pandemia, en nuestro albergue se mantuvo un flujo constante; hablamos de entre 30 a 40 personas por semana", dijo a Sputnik el sacerdote católico Aristero Olvera, quien coordina un albergue para migrantes en San Pedrito Peñuelas, un poblado del estado mexicano de Querétaro (centro).
Hace cuatro años, Trump logró capitalizar la desconfianza que la migración genera en algunos sectores de la población estadounidense, calificando a los migrantes mexicanos y centroamericanos como una amenaza para la estabilidad de EEUU.
Antes de la llegada de Trump al poder, en noviembre de 2016, en ese extenso y apabullante territorio desértico ya existían algún tipo de barreras físicas a lo largo de unos 1.000 kilómetros, que penetran como una espada hasta las playas y las costas comunes del Pacífico, en la emblemática Tijuana.
Muro por partes
Para convencer a su electorado, Trump asegura que ha construido unos 550 kilómetros adicionales; y en las últimas semanas ha logrado avanzar a un ritmo de hasta 3,5 kilómetros diarios, según cifras de la Casa Blanca.
Entre tanto, miles de migrantes siguen partiendo desde Honduras y Guatemala, buscando cruzar la frontera con México y hacer el cruce hasta Estados Unidos, en una travesía que supone, en promedio, 20 días de viaje.
Según datos de la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes (Redodem), contenidos en un documento divulgado algunos días atrás, el flujo de migrantes creció 27% en el último año, incluso pese a la pandemia.
La red cuenta con 25 centros de apoyo, distribuidos en 13 de los 32 estados mexicanos, aunque algunos de estos albergues transitorios se han visto obligados a cerrar total o parcialmente sus puertas debido a la contingencia sanitaria.
"Eso sí, adoptando todos los protocolos de sanidad para poder atenderlos; a cada persona le tomamos la temperatura y checamos si no tienen ningún síntoma", dice el religioso a Sputnik.
Como ocurre con la mayoría de los albergues en la ruta migrante hacia EEUU, hace falta un número suficientes de tapabocas, gel antibacterial, alcohol y productos de aseo, así como alimentos no perecederos para brindar a los migrantes.
Conciliar con EEUU
En su documento, la red insistió en pedir al Gobierno mexicano no ceder a las presiones de Trump.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se define como un líder "liberal" en clave del siglo XIX, o de izquierda nacionalista del siglo XX, pero ha mantenido un tono conciliador hacia Trump y su gobierno: "somos amigos", afirma.
En julio pasado rompió incluso su costumbre de no viajar al exterior y se dirigió a Washington, para la puesta en marcha del nuevo tratado de libre comercio de México, EEUU y Canadá (T-MEC), que fue modificado a instancias de Trump, con ideas proteccionistas, después de 26 años.
Estaban en juego unos 360.000 millones de dólares, que constituyen casi 80% de las exportaciones mexicanas.
Hace una semana, cuando se anunció una nueva caravana de unas 2.500 personas que salían desde Honduras, el presidente mexicano reforzó las medidas de control fronterizas con 27.000 hombres de la Guardia Nacional, fuerza originalmente creada para combatir el narcotráfico y el crimen.
Ante la nueva caravana, López Obrador insinuó que estaba vinculada como provocación a la campaña electoral en EEUU.
"No tengo todos los elementos, pero hay indicios de que esto se armó con ese propósito, no sé en beneficio de quién, (…) no nos estamos chupando el dedo", lanzó el mandatario en su tono coloquial.
Las titánicas travesías de migrantes se reactivaron tras la pausa forzada por la contingencia sanitaria del COVID-19: unas 40.000 personas que cada mes intentan cruzar la frontera mexicana rumbo a EEUU.